Paysandú, Martes 03 de Julio de 2012
Locales | 03 Jul MINSK, 2 (Por Enrique Julio Sánchez). Este martes se presenta en el Teatralny Koufar Festival el Taller de Teatro de Paysandú con “Crimen y Castigo” adaptación de Raúl Rodríguez de la obra homónima de Fedor Dostoievsky.
El elenco, que arribó a la ciudad de Minsk en las primeras horas del lunes, fue recibido por el traductor asignado a la delegación y trasladado a una residencia universitaria. La capital de Bielorrusia es una ciudad de casi dos millones de personas, ordenada y limpia que se prepara para celebrar su Día de la Independencia el martes 3, con un enorme desfile al que empero solamente se puede asistir si previamente se postula a presenciarlo. Y ningún extranjero puede ingresar al área del desfile sin su pasaporte.
La ciudad tiene en su arquitectura algunos edificios característicos de la era Stalin, pero ciertamente tiene muchos otros muy modernos y espaciosas avenidas con un tránsito ordenado, que se mueve a velocidad media y que respeta las señales.
El Taller de Teatro de Paysandú asistió en la tarde del lunes a la inauguración del festival, en el Auditorium of Trade Unions’s Palace. Situado en una enorme plaza, donde también hay otros edificios públicos, en su explanada se realizó una muy teatral bienvenida a los participantes. Posteriormente, los grupos participantes fueron convocados a pasar al teatro propiamente dicho, y así lo hizo también el Taller de Teatro, entre los aplausos de la concurrencia. Abrió la escena el Theatre of Central Academy of Drama, de China, que con la dirección de Liu Hong Mei y Li Xiong Hui puso en escena la obra de Cao Yu, “La familia”. Cuenta la historia de una rica familia del sur de China. La trágica historia se centra en tres mujeres que luchan por el amor verdadero sin tener ninguna posibilidad en la sociedad feudal. La producción, una adaptación musical de la obra, tiene excelentes rubros técnicos, tales como coreografía, música, iluminación y voces, pero no logra meter al espectador en el corazón de la historia. El espectáculo transcurre sin sacudir, sin transmitir emociones, sin que el drama de esas tres mujeres siquiera alcance calidez y motive al espectador ante tanta desgracia e injusticia. El Taller de Teatro de Paysandú, en la mañana del martes se concentrará a la espera de la función de la noche. Hay muchos nervios, hay algunas inseguridades, pero también están las ganas y el saber que no se puede haber llegado tan lejos para no cumplir con la obra, con el público, con el festival y con ellos mismos.
VIAJERITAS
* A la hora de abordar el tren, ni Laura Juan ni Martha Oroná podían encontrar sus literas, en el vagón dormitorio. Luis Oroná fue en su ayuda y con el pasaporte en la mano, pudo encontrar los lugares. El problema era que se trataba de dos literas superiores, más incómodas que las inferiores. Laura Juan no tuvo más remedio que subirse a la que le tocaba, pero Martha Oroná tuvo la ayuda de su sobrino y pudo dormir en una inferior.
* Martha Oroná se sintió decepcionada apenas subió al tren. Quizás pensaba en lo que muestran las películas, generalmente vagones con camarotes de Primera Clase. Pero estos eran de tercera y si bien cómodos, bastante más molestos. De toda formas, durmió como todos y despertó más animada para observar la llanura de esa región.
* Junto al escriba y Luis Oroná, que compartían el mate mañanero, tres mujeres, un niño y un bebé miraban con curiosidad la bebida. Hasta que la curiosidad pudo más y preguntaron de qué se trataba. Una joven, Liuva, se animó a probarlo. La expresión de su rostro lo dijo todo. No le gustó nada porque no tenía azúcar. Pero comprendieron que se trataba de un “té”.
* Liuva, según pudo averiguar el par de pájaros sanduceros, tiene 32 años y es madre de una niña de 12. Es profesional del billar y se dirigía a Minsk para participar en un torneo internacional. Y su hija es cantante. Todo esto, claro, con dos palabras en ruso, una decena en inglés y cientos de señas.
* En determinado momento, Luis Oroná comenzó a repasar el libreto de “Crimen y Castigo”. Liuva, curiosa, se lo pidió. Leyó que era de Fedor Dostoievsky y se interesó vivamente. Además hizo algo insólito. Tenía tal conocimiento de la obra que podía comprender lo escrito, aunque estuviera en español. Con ella, Oroná repasó letra. Y cada vez que encontraba una palabra en español que podía entender, le pedía feliz la lapicera al escriba para anotarla en un papel.
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