Paysandú, Miércoles 04 de Julio de 2012

Acercándonos al espíritu del Mercosur

Opinion | 27 Jun Han quedado algo perdidos en el fragor de noticias que han saturado a la región como consecuencia de la crisis política en Paraguay y la destitución del ex presidente Fernando Lugo, los conceptos vertidos por el presidente José Mujica en Rio de Janeiro, donde se hizo presente con motivo de la cumbre Rio+20, respecto a un avance significativo en la relación comercial bilateral con Brasil, ante las dificultades en el escenario de la región.
El mandatario uruguayo, con más incertidumbres que certezas por la controversial Argentina, sin ninguna expectativa de que el vecino país cambie sus políticas proteccionistas que afectan notoriamente las exportaciones de productos uruguayos, acordó con su par de Brasil, Dilma Rousseff, un tratado bilateral de libre circulación de bienes, servicios y personas. Este contexto expresó a El Observador que “si no puedo bailar contigo, bailo con otro”, en alusión a las dificultades para venderle a la Argentina.
Mujica mantuvo la semana anterior un encuentro mano a mano con la mandataria mientras se desarrollaba la cumbre Rio+20 y en esta instancia compartieron un documento de cuatro carillas, que apunta a construir un nuevo paradigma para el relacionamiento entre ambos socios comerciales.
Pese a que la reunión se vio interrumpida por la crisis institucional en Paraguay, hubo pleno acuerdo con Dilma Rousseff, que involucra el crear grupos de alto nivel entre las cancillerías, para avanzar en una agenda concreta en temas como energía, infraestructura y comunicaciones.
El texto menciona “conferir en una dimensión concreta de las aspiraciones y objetivos consagrados en el tratado de Asunción de 1991, en particular en donde habla del respeto al compromiso con la libre circulación de bienes, servicios y personas”.
El presidente uruguayo justificó que mediante este acuerdo “ahora es un mano a mano, exactamente. Si contigo no puedo bailar, bailo con otro”, en tanto el embajador uruguayo en la nación brasileña, Carlos Amorín, amplió que “la filosofía de la cumbre del 19 de abril en Brasil entre Mujica y Rousseff era de un mano a mano con Uruguay y Brasil, pero en un caso piloto, para que luego se pueda avanzar en que se sumen Argentina y Paraguay.
No es para hacerlo entre los dos eternamente. El presidente decía que se cumplía el Tratado de Asunción”. Mujica asimismo se mostró optimista en cuanto a la evolución de la relación con Brasil, al indicar que “con Brasil todos los días tenemos expectativas. Tenemos problemas, pero posibilidades. Es buena la relación con Brasil y bastante tangible. Las contradicciones que surgen son sustancialmente con los estados, que siempre actúan como abogados defensores del gobierno federal. Los estados están más sometidos a las presiones de intereses concretos”.
Otros elementos indican que Uruguay y Brasil se autoimpusieron sesenta días para presentar un plan de acción en el marco de este nuevo tratado de intercambio comercial, 90 días para reunirse en plenario y el mes de diciembre para realizar el primer balance hasta ese momento en un tratado que pretende ser un “ejemplo paradigmático” de la integración, que incluirá además “actos públicos y privados interesados”.
Igualmente, están en danza otros elementos que podrían ser o no parte de esta negociación, a fuer de sinceros, en este toma y daca que significan las relaciones internacionales, y está de por medio la pretensión argentino-brasileña de elevar al 35 por ciento el Arancel Externo Común, es decir el impuesto a cobrar a los productos extrarregión, enmarcados en la fiebre proteccionista de nuestros dos grandes socios ante la crisis europea.
Es de esperar que en esta materia nuestro gobierno actúe con firmeza y defienda los intereses nacionales, teniendo en cuenta que la política seguida hasta ahora aceptó perjuicios en materia comercial, navegación, controles cambiarios y disponibilidad energética en la relación con Argentina, en aras de una integración latinoamericana que no tuvo la condigna contrapartida.
El acercamiento entre Mujica y Rousseff aparece a esta altura como un intento genuino de sacar al Mercosur del estancamiento y la inocuidad manifiesta. Hay que ver hasta donde es posible llegar en el marco de un tratado donde se le está dando prioridad a los intereses políticos e ideológicos, donde muchas veces se pretende usar al bloque como un instrumento político en lugar de priorizar aquello para lo que ha sido realmente concebido, es decir como una unión aduanera y de generación de intercambio comercial en aras de la integración y mejora de la calidad de vida de los pueblos.


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