Opinion | 03 Jul Cinco estudiantes uruguayos lograron un tercer premio en el concurso científico anual organizado por la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), por la presentación de un novedoso prototipo de base lunar. Los jóvenes ya han ganado ocho premios entre 2007 y 2009 inclusive y el proyecto --que cuenta con una alianza con la Universidad Clarkson-- ahora se ha ampliado con la participación de estudiantes del Consejo de Educación Técnico Profesional, la Universidad de la República y la ORT, quienes viajaron a Estados Unidos acompañados por sus docentes tutores.
El triunfo no es menor ya que superaron en competencia a alumnos de prestigiosas universidades, como la de Harvard y de otros centros educativos extranjeros, lo cual demuestra su trabajo, dedicación y también la alta idoneidad técnica del equipo docente que los dirigió.
El proyecto tiene el doble propósito de desarrollar ambientes sustentables en el espacio y --lo que es más importante-- proyectar la convivencia en nuestro planeta en los próximos 100 años.
Este éxito se puede sumar a otros que han tenido en los últimos años estudiantes uruguayos --entre ellos de clubes de ciencia de Paysandú-- al obtener importantes distinciones internacionales en feria en las que se compite con pares de países que dedican a la investigación científica no sólo muchas horas de trabajo y apoyo docente desde los primeros años de la educación básica, sino también importantes presupuestos.
En nuestro país, la mayoría de estos logros se han obtenido “a pulmón” y, en no pocos casos, con un esfuerzo económico de las familias o la institución educativa a la cual concurren los jóvenes pero sin un fuerte respaldo económico del Estado o las empresas que permita asumir riesgos. Porque investigar es también asumir el riesgo de que un prototipo funcione o no y eso tiene un costo que también hay que tener en cuenta.
Obtener una medalla internacional alegra muchísimo, no sólo por poner al “paisito” en el mapa del mundo sino por la posibilidad de que nuestros jóvenes revaloricen sus saberes porque es imposible crear si no se tienen los conocimientos y aprendizajes necesarios. Ojalá que, en el futuro próximo, estas generaciones puedan hacer sus aportes al desarrollo del país y no tengan que emigrar para ser profesionales exitosos en el extranjero, lo cual, en parte, dependerá de que aquí existan las condiciones para eso.