Locales | 07 Jul MINSK, 6. (Por Enrique Julio Sánchez). La delegación del Taller de Teatro de Paysandú vive ya las horas finales de su viaje cultural que lo ha llevado a Rusia y Bielorrusia. El sábado presentará su puesta en escena de “Crimen y castigo”, adaptación de Raúl Rodríguez de la novela de Fedor Dostoievsky, en la residencia del embajador de Uruguay en Moscú, Aníbal Cabral.
Cabral ha indicado que hay una “fuerte demanda” de invitaciones de parte de estudiantes de idioma español en Moscú, que se han enterado por sus vinculaciones con las embajadas latinoamericanas. No obstante, el salón de gala puede recibir solamente a unas 50 personas en esta oportunidad, dado que debe reservarse el espacio para el escenario.
Los uruguayos volverán en tren a Moscú en la noche del viernes al sábado. En tanto disfrutan a pleno de sus últimas horas en el festival, al tiempo que reservaron algunas horas para recorrer el centro de Minsk.
Acompañados por el traductor asignado al grupo, Nikita, visitaron el Museo Nacional de Bellas Artes, que guarda valiosas joyas del arte bielorruso y ruso. El museo fue saqueado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, durante la que la ciudad de Minsk fue destruida en un 80 por ciento.
No obstante, el paciente trabajo de posguerra permitió restablecer una enorme colección de arte bielorruso, ruso y también oriental. Divididos en salas según los siglos, pinturas, esculturas, cristales y telas, impactan al visitante.
Desde los motivos religioso ortodoxos de los siglos XVI y XVII, enormes retratos de los poderosos de esos siglos y también del XVIII, hasta el arte del siglo XX profundamente influenciado por la guerra. De hecho, el cuadro más grande del museo, de unos cinco por tres metros, refleja precisamente –de modo realista-- el día de la liberación de Bielorrusia, cuando expulsaron a los nazis, el 3 de julio de 1944, desde entonces el Día de la Independencia.
El viernes por la mañana, en tanto, se desarrolló la sesión latinoamericana del Congreso Mundial de Teatro, en la que participaron Raúl Rodríguez por Uruguay y Jeanine Tapia por México.
Rodríguez, que se refirió al teatro latinoamericano, dijo que “no es posible separar el desarrollo del teatro latinoamericano de la realidad general”. Recordó que “históricamente, en este continente muy joven, el primer teatro fue el español y, como todas las cosas de los colonizadores, nos eran ajenas”.
Con el tiempo, “al aparecer el rol del criollo, comenzaron a aparecer expresiones artísticas, que en el Río de la Plata se dio primero a través del circo criollo”. Dentro de ese primer estilo de expresión teatral se transformó en paradigma “Juan Moreira”, que –dijo Rodríguez-- “fue el símbolo de la lucha entre el criollo, los colonizadores y la clase que tomó y administró el poder”. Más adelante, contó como anécdota la integración en Buenos Aires de la Asociación de Reventadores de Espectáculos, que “combatía el teatro costumbrista español que para nada estaba ligado a la realidad criolla”, concurriendo a las funciones y abucheando a los actores para impedir la representación.
Explicó también la etapa de Florencio Sánchez, “fundamental a principios del siglo XX, que en mi opinión aún no ha sido superado”.
En apretada síntesis, el director del Taller de Teatro de Paysandú se refirió al nacimiento del teatro independiente en el subcontinente y subrayó que el teatro le ha dado la espalda a los espectadores, con propuestas que son incomprensibles a las masas. “Se dice que el teatro latinoamericano está en crisis, pero en realidad lo ha estado de manera permanente. Hay que volver a un teatro que sea comprensible para las masas, un teatro que le devuelva el lugar al autor, que ha sido expulsado de la escena”. Jeanine Tapia presentó una experiencia que lleva adelante en México, enseñando teatro a estudiantes de agronomía, especialmente a mujeres provenientes de comunidades rurales.