Locales | 04 Jul MINSK, 3 (Por Enrique Julio Sánchez). EL Taller de Teatro de Paysandú puso el nombre de Iberoamérica en el Teatralny Koufar Festival que se desarrolla aquí en la capital de Bielorrusia, en pleno verano y con temperaturas por encima de los 30°. Y, precisamente, el elenco sanducero calentó a la platea del Auditorium del BSU Lyceum, que despidió la puesta en escena de pie y con gritos de “viva”.
Por lejos la puesta en escena de mayor duración del festival, con sus dos horas, y con la dificultad adicional de ser en idioma español (la única en nuestra lengua), mantuvo el interés del auditorio, que siguió la conocida historia de Rodion Romanovich Raskolnikov, su crimen, su drama.
El actor Luis Oroná cargó sobre sus espaldas con el protagónico que lo mantiene prácticamente las dos horas en escena, el mayor desafío de su carrera, en  tanto la actriz Amanda Gómez se metió en la piel de la jueza Porfiria Petrovna. Fueron los dos grandes desafíos de la puesta en escena, que pese a algunas dificultades, a algunos pasajes en que la voz no se proyectó adecuadamente, cumplieron con buenas actuaciones.
Zully García tuvo el personaje de Advotia Romanovna, Dunia; Giovaninna Guariglia el de Sonia Simonovna; Martha Oroná el de Pulqueria Raskolnikova; Raúl Rodríguez el de Piort Petrovich Lujine y Laura Juan el de Natasha.
Guariglia, aunque los espectadores no llegaron a saberlo, fue una revelación, con una muy buena interpretación, logrando la “verdad escénica” y sorprendiendo con una sentida actuación de un personaje complejo, como toda la novela que fue adaptada al teatro por Rodríguez.
Juan, que había logrado en la gira internacional 2011 una buena caracterización, profundizó su personaje de Natasha y logró no solamente la cuerda exacta requerida sino también dio el respiro de humor en una obra de intenso drama. El tango estuvo presente al principio y al final de la obra y el mate sustituyó al tradicional té ruso.
No todos los espectadores que llegaron a la función quedaron al final. El drama, la extensión de la obra y el idioma seguramente jugaron en contra. Pero los que sí se mantuvieron premiaron de pie la propuesta uruguaya. Una sola imagen pinta todo. Una espectadora de rasgos rusos quedó de pie, aplaudiendo sin aplaudir, tocando sus manos, conmovida por lo que había visto. Fue el gran premio a un puñado de uruguayos que, como tales, no quedaron conformes con la función. Es que, simplemente,  no estamos preparados para ver lo bueno. Ni siquiera lo de nosotros mismos.