Paysandú, Lunes 16 de Julio de 2012
Locales | 15 Jul Por (Horacio R. Brum). “Yo lo escuché, en la sobremesa del lunes, con mi mujer y varios amigos, todos de muy distinto signo ideológico.
Luego de un silencio que yo diría emocionado –de esos que ya no ocurren hoy cuando escuchamos hablar a los dirigentes políticos-- brotó un espontáneo y unánime aplauso”.
Esas fueron las impresiones de un columnista del diario más importante de Chile sobre el discurso que pronunció en la reciente Cumbre de Rio el presidente uruguayo José Mujica. La figura del mandatario es vista en este país, a través de todo el espectro político, como un ejemplo de que todavía es posible gobernar sin dejar de lado el idealismo y a la vez, manejar los asuntos nacionales con tolerancia, moderación y realismo. Su pasado guerrillero y su sencillez en el trato personal le dan, para la izquierda, un aura romántica, y para la derecha, la tranquilidad de que los otrora tan temidos “subversivos apátridas” pueden llegar al gobierno sin ansias de venganza. Una imagen totalmente opuesta a la que en muchos círculos chilenos se tiene de Hugo Chávez, considerado poco menos que un novelesco tirano tropical, peligroso para la estabilidad de la región.
En 2002, cuando se produjo el golpe militar-empresarial contra Chávez, el gobierno de Chile, encabezado en esa época por el nominalmente socialista Ricardo Lagos, reconoció al régimen de los golpistas, mientras el resto de América Latina guardaba un silencio cauteloso, y se metió en una situación embarazosa cuando el brevemente destituido presidente y caudillo venezolano recuperó el poder. Hugo Chávez devolvió las atenciones convirtiéndose en abogado de la causa boliviana por la recuperación del tramo de la costa del Pacífico que Chile quitó al país de Evo Morales en una guerra del siglo XIX, y así se consiguió más antipatías, dado el anclaje de buena parte de los chilenos a un nacionalismo transnochado. Aunque el presidente bolivariano cuenta con simpatizantes entre algunos parlamentarios y en la izquierda más radical, no es posible afirmar que sea un personaje simpático para la mayoría de los políticos, los medios de comunicación y buena parte de los ciudadanos.
Por el contraste entre las imágenes de Chávez y Mujica y las diferencias que se perciben entre las situaciones de sus respectivos países, llamó la atención que el gobierno de Montevideo se prestara para la jugada política de incorporar a Venezuela al Mercosur, la cual, según los observadores chilenos, fue principalmente orquestada por Cristina Kirchner, quien tampoco goza de abrumadoras simpatías a este lado de los Andes. Las contradicciones en el seno del poder Ejecutivo uruguayo recibieron una amplia cobertura en los diarios y se citaron extensamente las declaraciones del Canciller Luis Almagro, sobre las objeciones éticas y políticas de aceptar a Venezuela en el bloque comercial. Las críticas del ex presidente Alberto Lacalle y de la oposición uruguaya también fueron reproducidas en artículos y columnas; para Tamara Avetikian, columnista internacional del influyente diario El Mercurio, las palabras de Lacalle “interpretan a muchos que miraron sorprendidos cómo, tras suspender del Mercosur a los paraguayos, los presidentes del bloque incorporaban alegremente a los venezolanos”.
El senador socialista Juan Pablo Letelier opina que la gestión de gobierno de Chávez debe separarse de la presencia venezolana en el Mercosur, porque éste es un espacio de integración económica y la diversidad política es un patrimonio valioso para la región. Sin embargo, otras voces hablan de la “agonía del Mercosur” y el periodismo citó altas fuentes de Brasil, como un asesor del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, según las cuales la organización tiene cada vez menos de área de libre comercio, con un culpable muy claro: Argentina. Las repetidas modificaciones al Arancel Externo Común, las trabas que Buenos Aires está poniendo a las importaciones y los arreglos que Brasil y Argentina hacen de sus disputas comerciales, sin considerar a los socios más pequeños, son vistos en Chile como prueba de que los miembros mayores utilizan el bloque a su conveniencia. Refiriéndose a las excepciones arancelarias (los productos a los que cada país puede fijar a su arbitrio los impuestos aduaneros), cuya lista Brasil aceptó que se duplicara, a instancias de Argentina, en la pasada reunión de Mendoza, Tamara Avetikian de El Mercurio expresó: “A Uruguay no le gustó mucho esto, pero el socio chico no tiene opción de alegar”. Considerando esos puntos de vista, después del episodio venezolano Uruguay parece haber quedado en Chile como el hermano normal y sensato, de una familia disfuncional.
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