Paysandú, Lunes 16 de Julio de 2012
Opinion | 15 Jul La persistente degradación de la calidad de la enseñanza, conjugada con altos niveles de deserción en Secundaria y el déficit en formación con el que se llega a la Universidad, no ha podido revertirse pese al aumento sustancial de los recursos que el Estado destina al sector, a pesar de la constante advertencia de los gremios docentes hacia la población y el gobierno.
Es cierto que el grueso de los incrementos presupuestales al sector fueron destinados al rubro salarios, y por lo tanto no solo no ha contribuido a elevar el nivel docente, sino tampoco a motivar a los profesores a “ponerse la camiseta”. Por el contrario, se ha reforzado el corporativismo y la oposición a toda iniciativa que provenga del gobierno, de la oposición o de los organismos rectores para incorporar modificaciones y pautas que permitan revertir este escenario.
Por supuesto que no puede identificarse solo este factor como la causa de que hoy nos encontremos peor que el año pasado y posiblemente mejor que el año próximo, de acuerdo a la tendencia, sino que influye asimismo para que se genere este clima adverso, la degradación de valores en la sociedad, a partir del núcleo familiar pero también en los diversos ámbitos de relación en la comunidad, que conllevan desmotivación, falta de preparación, deserción y escasa preparación para el acceso a empleos mejor pagos, con la consecuente secuela de fracasos, frustración y en muchos casos de marginación.
Este diagnóstico muy constreñido e incompleto no es desconocido por nadie que más o menos tenga alguna idea de lo que ocurre en Uruguay, con su degradación persistente y falta de respuestas de los sucesivos gobiernos, pero en este caso principalmente influye la falta de compromiso del sector docente, que se ha opuesto hasta por las dudas a toda reforma que se ha intentado –también muy parciales y sin atacar el meollo del asunto-- a efectos de cuidar sus “chacritas” y en otros grupos debido a motivaciones ideológicas.
Alimentando la hoguera, el gobierno de Tabaré Vázquez les hizo el juego para retroceder aún más en la enseñanza, y así la Ley de Educación aprobada durante su gestión no solo no incorporó ningún elemento positivo sino por el contrario, solo se habilitaron mayores porciones de poder para los gremios en los organismos de la enseñanza.
Previamente se habían desarrollado asambleas en todo el país en las que se suponía que los padres de alumnos, el ciudadano común, sectores representativos del quehacer ciudadano, formularan propuestas para ser recogidas en la norma. Pero como es de norma en este sistema de “democracia directa” que promueve el gobierno frenteamplista, estas asambleas fueron copadas por los gremios de docentes, se desconoció a los pocos interesados en aportar ideas y se terminó atendiendo reclamos salariales y aumentando porciones de poder en el control de la enseñanza, sin aportar lo más mínimo a la educación.
Según da cuenta El Observador, una evaluación realizada por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República reveló que la casi totalidad (93,6 por ciento) de los estudiantes que llegaron desde Secundaria a ese centro terciario en el año 2012 lo hicieron con nivel insuficiente.
Pero los profesores de liceos aseguran que el bajo conocimiento logrado por los alumnos en su pasaje por Secundaria se debe a una “política permisiva” del Consejo Directivo Central (Codicen), y además advierten que los directores e inspectores de centros educativos presionan a los docentes para que bajen los niveles de exigencia a los adolescentes, con el objetivo de aumentar el porcentaje de aprobados.
Esto no es ni más ni menos que hacerse trampas al solitario, en aras de mejorar los números pero no la realidad que todos conocemos y sufrimos a diario, que es el bajo nivel de capacitación de nuestros estudiantes. Es delirante creer que se hace algo positivo por la enseñanza bajando las exigencias, lo que es como tomar el tiempo a los 80 metros para bajar el récord en los 100 metros llanos, y luego proclamarlo como un logro para el séquito de tontos que quieran creerlo.
Ya una muestra de este criterio a contramano del sentido común lo habíamos encontrado cuando jerarcas de la enseñanza dijeron que había que hacer pruebas PISA para el Tercer Mundo solamente, de forma de quedar mejor posicionados que en las internacionales que han resultado decepcionantes para el país en los últimos años.
Así, lejos del prometido “país de primera” nos vamos hundiendo en la mediocridad, haciendo cada vez más difícil tejer políticas de sustentabilidad del tramado socioeconómico, porque si fallamos en la base, que es la enseñanza, poco y nada bueno podemos esperar del futuro.
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