Paysandú, Sábado 21 de Julio de 2012
Opinion | 14 Jul Todavía está vívida en muchos uruguayos la grave crisis que vivió el país en 2001 como consecuencia de la aparición de más de 2000 focos de fiebre aftosa en Uruguay, una verdadera hecatombe para una nación de base esencialmente agropecuaria y muy dependiente de las exportaciones de carne, como es además el caso de varios países de la región. Por este motivo la lucha contra esta epizootia pasó a ser de prioridad absoluta de los organismos de servicios ganaderos en todos estos países, por expresa disposición de sus respectivos gobiernos.
Es pertinente traer a colación algunos elementos de aquella crisis para situarnos en la realidad de hoy, una década más tarde, teniendo en cuenta que ningún país, por mejor preparado que esté, está a salvo de llegar a padecer una situación similar. El riesgo es mayor aún si sus vecinos no trabajan en el mismo sentido para evitar que el contagio de un eventual foco dé lugar a un efecto dominó prácticamente incontenible, como ocurrió entonces, cuando Uruguay perdió el estatus de libre de aftosa sin vacunación.
Según el subsecretario de Ganadería, Agricultura y Pesca, Enzo Benech, si bien la situación hoy es diferente a la de hace once años, “y aunque podemos mirarla en perspectiva, tenemos que acordarnos de los malos ratos que hemos vivido. Creo que hoy estamos mejor pero se trabajó bien, se tomó conciencia del problema”.
Insistió el jerarca en que la aftosa no es un solo tema del ministerio ni de los veterinarios, sino del conjunto del país, y destacó que “seguramente es imposible tener inmunidad en el ganado, si la vacuna no se usa o se aplica mal. Yo viví en la época en que en nuestro país no había conciencia y nos fue muy mal”, en tanto reflexionó que “tenemos un mundo cada vez más chico, los países están más conectados entre sí y por lo tanto debemos tener mayores cuidados. Yo no conozco otra forma de tener cuidado que no sea trabajar y mucho”.
Consideró que toda la sociedad debe tener conciencia del problema, “de lo que significa la aftosa, porque si se nos llega a meter de nuevo la vamos a pasar muy mal. Se nos generará una cadena de dificultades. Esa posibilidad está lejos porque se trabajó bien, pero no hay que aflojarle. El objetivo es América Libre y hoy hay focos relativamente cercanos”. Con todo, pese a los brotes esporádicos que se dan en algunas zonas de Paraguay y Bolivia, donde lamentablemente todavía no hay el grado de conciencia necesario en muchos productores e incluso en técnicos de los organismos encargados del control, en el Cono Sur, en la subregión ganadera que también comprende a Argentina, Brasil y Uruguay, se ha logrado una acción coordinada para trabajar en controles, prevención y erradicación de focos de esta enfermedad.
Este éxito --aunque todavía prendido con pinzas, porque siempre hay algún control que falla, conjugado con irresponsabilidades de productores en falta--, ya ha merecido reconocimiento internacional, y es así que durante la segunda conferencia global para el combate de fiebre aftosa que tuvo lugar recientemente en Bangkok, Tailandia, el programa se tomó como modelo para avanzar en la lucha contra esta enfermedad a nivel mundial y para el cual se aprobó un plan de 800 millones de dólares.
Partiendo de un fondo conformado por las donaciones de varios países, así como por el aporte de organismos internacionales como el Banco Mundial, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) y la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se apunta a controlar y eliminar la fiebre aftosa en 50 países, entre los cuales no está incluido ninguno de América Latina.
A través de Francisco Muzio, director de Servicios Ganaderos de nuestro país, fue expuesta la experiencia del subcontinente sudamericano, oportunidad en la que el técnico uruguayo subrayó que la primera gran diferencia es que en América, desde 1988, hay un Plan Hemisférico de Control y Erradicación que diseñó un área libre y una afectada, pero donde sin duda la gran herramienta fue el fortalecimiento de los servicios veterinarios, la vacunación estratégica y la coordinación.
Sobre estos pilares precisamente debe redoblarse la tarea en la región, porque por más que sea tomada como ejemplo para lugares donde las cosas han sido siempre peores, todavía hay mucho por hacer para ponernos a salvo de sobresaltos, que de vez en cuando surgen porque no se trata solo de controlar. Aunque sea una parte fundamental, también es importante seguir insistiendo en la concientización, de que se debe vacunar sistemáticamente, que la responsabilidad paga con creces las graves consecuencias de no hacerlo, y que en todo momento debe mantenerse la actitud vigilante y la cooperación regional para no encontrarnos de un momento a otro que estamos cayendo al precipicio tan pronto se baje la guardia.
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