Paysandú, Sábado 21 de Julio de 2012
Opinion | 20 Jul Según estudios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los mejores resultados en los conocimientos de los estudiantes se dan en países con pocos recursos naturales, o que si los tienen, en lugar de vivir directamente de ellos los ahorran.
Es así que una de las razones aportadas por el subdirector del departamento de Educación de la OCDE, Andreas Schleicher, señala que en esos países ha calado la idea de que hay que vivir del conocimiento y que ello depende de los resultados educativos que se obtengan.
“El valor que un país da a la educación parece depender al menos en parte de la visión que se tiene de como el conocimiento y las competencias influyen en su nivel de vida”, destacó la organización, en tanto Schleicher puso el ejemplo de países como Finlandia, Corea del Sur, Singapur o Israel, cuyos alumnos en las pruebas PISA (prueba internacional para establecer el nivel educativo de los alumnos en los respectivos países) obtienen resultados muy superiores a los de otros vecinos ricos en petróleo. A la vez hay algunas aparentes excepciones como Canadá, Australia o Noruega, que disponen de recursos fósiles importantes y al mismo tiempo ocupan posiciones elevadas en el informe PISA, explicándose esta aparente distorsión en el hecho de que se trata de países que no viven de las rentas del subsuelo, sino que han puesto en marcha políticas deliberadas para ahorrar ese dinero y no consumirlo inmediatamente.
A la vez, en el lugar opuesto figuran naciones como Azerbaijan, Trinidad y Tobago, Kazajistán o Quatar, cuyo Producto Bruto Interno (PBI) depende en más de un 25 por ciento de sus recursos naturales, pero con notas en las pruebas PISA muy inferiores a la media.
La OCDE en este informe destaca la importancia de que los líderes políticos expliquen la conveniencia de apostar a la educación y el conocimiento como base del sustento económico, lo cual naturalmente requiere acciones sistemáticas en base a diagnóstico y esquemas educativos propios de cada país, de acuerdo a sus características y perfil.
Este informe, si bien no menciona específicamente a Uruguay, conlleva un mensaje directo respecto al escenario que presenta nuestro país en lo atinente a la educación, desde que como es notorio Uruguay ha ido en los últimos años sistemáticamente en descenso en su categorización en el informe PISA, y ha caído a su nivel más bajo en la última evaluación.
Como bien señala la OCDE, tal ubicación debería llamarnos a reflexión para promover respuestas que apuesten a la educación y el conocimiento, sobre todo si tenemos en cuenta que no contamos con grandes yacimientos de petróleo –por lo menos en explotación-- u otras riquezas naturales como las mencionadas en el informe para determinados países, y solo dependemos en gran medida de los commodities provenientes del agro y de servicios como el turismo para levantar nuestro Producto Bruto Interno.
Por lo tanto, en teoría, deberíamos estar ubicados entre los mejor calificados en las PISA, para compensar el déficit de recursos fósiles, pero evidentemente estamos muy lejos de responder a este patrón, y por el contrario, estamos más cerca de los Trinidad y Tobago y los Kazajistán que de los países en serio.
Ahora, esta situación debería sacudir las fibras de los organismos rectores de la enseñanza y del propio gobierno, para actuar con decisión en la evaluación y corrección de los factores que llevan a este déficit, pero lejos de ello, y apostando a la mediocridad y la comodidad, algunas autoridades han sostenido muy sueltas de cuerpo que deberíamos dejar de participar en esa PISA internacional y crear nuestro propio ranking regional, para así salir mejor ubicados.
Y sin ir más lejos, tenemos un ejemplo claro sobre la degradación de la calidad de nuestra enseñanza en los datos aportados en los últimos días por la Facultad de Ingeniería, ante la prueba diagnóstica que se realiza para el ingreso de los estudiantes de esta facultad.
Estos datos arrojan que sigue disminuyendo el nivel de suficiencia global, no apreciándose mejoría en ninguna de las áreas indagadas, al punto que solo el 1,1 por ciento de los estudiantes alcanzó el nivel de suficiencia en todas las pruebas, es decir solo 11 estudiantes en 1.032 relevados.
La insuficiencia crónica de formación que se detecta en facultad de los estudiantes provenientes de Secundaria, es naturalmente consecuencia de una decadencia persistente y acentuada en el nivel de escolaridad que se genera ya desde la educación Primaria y que se acentúa en Secundaria, agravada por la deserción, la desmotivación y la frustración, porque además el perfil abstracto de nuestra enseñanza tampoco prepara adecuadamente para el trabajo y los desafíos de la vida cotidiana.
Ello, conjugado con la degradación de valores, es un flagelo que afecta a nuestros jóvenes y nos condiciona como país, y es un pasaje seguro a seguir decayendo y a medrar en la mediocridad, muy lejos de aquel “tan ilustrados como valientes” que nos dejó como legado nuestro prócer.
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