Paysandú, Sábado 28 de Julio de 2012
Opinion | 23 Jul Platón la llamaba “el gobierno de la multitud” y Aristóteles “el gobierno de los más”. El crecimiento poblacional de los Estados hizo que se aplique la participación indirecta, donde las decisiones son adoptadas por quienes el pueblo elige para que lo representen. La democracia, la forma de gobierno que la inmensa mayoría de los países del mundo dicen tener, aunque en no pocos lo que hay son dictaduras maquilladas.
En el generalmente aceptado concepto de democracia no se mencionan aspectos esenciales tales como la igualdad de derechos, división de poderes y formas de elección, por ser instrumentales. Pero deben ser considerados para evaluar su funcionamiento. No basta con “proclamar” que vivimos en democracia; que somos iguales ante la ley. Lo importante es que sea real. Por lo tanto esta forma de vida exige una permanente auditoría de calidad, para que la democracia no sea convertida en una escenografía que pueda concluir en despotismo.
Qué se entiende hoy por “democracia” está lejos de ser claro. Por lo tanto, los estándares desde los cuales se juzgan los acontecimientos varían enormemente. Un buen ejemplo es el caso del Paraguay. Lo sucedido, según cómo y desde dónde se lo mire, puede ser definido como un golpe de Estado, un hecho institucional legítimo o un “golpe institucional” (nuevo concepto porque la antigua noción de “golpe” ya no alcanza). Los gobiernos de la región disienten acerca de la tipificación y de cómo deben actuar frente a ellos. Y no sólo hay disenso entre gobiernos; también dentro de algunos se pone de manifiesto la falta de acuerdo, como lo estamos viendo en nuestro país.
En estos días el sector de Luis Alberto Lacalle, del Partido Nacional, acusa de “totalitarismo” al gobernante Frente Amplio en tanto éste se aferra en resaltar su carácter democrático y su gestión basada en un programa cuidadosamente diseñado. Esto solamente puede ayudar a la confusión de los ciudadanos. Porque no es cierto que estemos en medio de un gobierno totalitario y tampoco es cierto que el Frente Amplio es un dechado de virtudes y no solamente por la pésima gestión en el caso Pluna sino por tantos otros, como el apoyo incondicional a industrias gestionadas sin futuro alguno. Y el caso Funsa es suficiente ejemplo.
Pero aun así, lo que importa es que todo el poder político uruguayo se ponga la camiseta de la democracia y juegue por el país. Porque desde la mayoría o desde la minoría todos son depositarios del mandato popular de gobernar para el beneficio de todos.
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