Opinion | 31 Jul Innovar es una palabra que últimamente se puso de moda y la incluyen muchos de los programas estatales que proveen financiamiento a distinto tipo de empresas y emprendimientos o proyectos provenientes del ámbito académico. Innovar es, según el diccionario, alterar algo introduciendo novedades. Y eso es algo que también debe hacerse desde el ámbito público y ni qué hablar la oferta y prácticas educativas para que estén más en consonancia con las necesidades del mundo actual.
En este sentido, es una buena noticia que la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU) esté iniciando carreras no tradicionales, relacionadas con las tecnologías alternativas, el monitoreo medioambiental y el cuidado de los recursos naturales. Inicialmente, estos cursos serán impartidos en el edificio de la UTU en Camino Arrayanes, Maldonado.
Corresponde señalar como positivo que la nueva oferta de carreras esté en consonancia con una estrategia nacional de diversificación de la matriz energética que en los próximos años seguramente demandará personal altamente calificado para atender el crecimiento de las instalaciones e inversión en infraestructuras previstas.
Además de los cursos que se impartirán en Maldonado, en agosto la UTU inaugurará dos edificios en las instalaciones del LATU, en Montevideo, donde desarrollará cursos de química, informática, telecomunicaciones y audiovisual.
Paralelamente, el Consejo de Educación Técnico Profesional anunció, a través de su director general, Wilson Netto, que se prepara para un gran crecimiento de su alumnado con el ingreso de 10 mil nuevos estudiantes en el país en el marco de una estrategia de innovación y desarrollo que se consolidará a partir del año próximo en todos los departamentos.
Una innovación también importante es que el edificio que se inaugurará en Maldonado para el dictado de las carreras no tradicionales antes señaladas, cuenta con 100 dormitorios para albergar a jóvenes de todo el país.
La habilitación de este tipo de residencias --que podrían compararse al sistema ya utilizado por la UTU en las escuelas agrarias, donde los alumnos viven allí en tiempo de clases-- es un instrumento muy importante para comenzar a revertir algunas de las dificultades con las que deben enfrentarse los jóvenes que por razones geográficas o económicas no tienen la oportunidad de realizar estudios superiores y terciarios. Y eso también es parte de la innovación educativa que necesita el país.