Paysandú, Miércoles 08 de Agosto de 2012
Opinion | 02 Ago Tal vez más de algún todavía crédulo ciudadano uruguayo se creyó lo manifestado poco después de la cumbre de Mendoza por el canciller Luis Almagro, cuando los tres presidentes del Mercosur decidieron “suspender” a Paraguay y automáticamente darle entrada por la puerta de atrás a Venezuela, oportunidad en la que el secretario de Estado “explicó” que el ingreso de Venezuela todavía no estaba realmente decidido, porque Uruguay mantenía el poder de veto y debería aguardarse el pronunciamiento de la asesoría jurídica de la Cancillería para establecer si se había actuado ajustado a derecho en el bloque, de forma de que Uruguay decidiera en definitiva su voto.
Por supuesto, como lo señalamos en ese momento, se trataba de un infantil intento por tapar el ojo respecto a la flagrante violación de los estatutos del Mercosur por el “club de presidentes” de Argentina, Brasil y Uruguay como vagón de cola, para justificar que flagrantemente se habían ignorado las normas del tratado, que imponen que el Parlamento de Paraguay autorice el ingreso venezolano.
Lo que se hizo lisa y llanamente, como lo reconoció en ese momento el presidente José Mujica, fue poner la política por sobre lo jurídico, es decir aplicando la voluntad del más fuerte, con la salvedad de que en este caso Uruguay está del lado de los poderosos frente al país más débil, que es Paraguay.
No hubo por lo tanto sorpresas entre Mendoza y el 31 de julio, aun cuando la asesoría jurídica de la Cancillería iba a “estudiar” si se había actuado ajustado a derecho, porque desde entonces y hasta ahora todo han sido preparativos, anuncios y proclamaciones de Venezuela y sus ahora socios del Mercosur, sin importar un ápice que se haya violado la letra y el espíritu del Mercosur.
Tanto es así que en el edificio Mercosur en Montevideo, ya ondeaba desde hace tiempo la bandera de Venezuela junto a las de Uruguay y –paradójicamente— Paraguay, cual países “hermanos” uno al lado del otro en los mástiles ubicados a la izquierda de la entrada principal, mientras que a la derecha estaban los pabellones de Brasil y Argentina, tan distantes de los demás socios como la realidad del bloque lo indica.
El celebrado ingreso de Venezuela por los mandatarios tiene por lo tanto dos aspectos: por un lado y como ha quedado harto demostrado, se ha concretado un atropello jurídico y una clara violación del derecho internacional, cuya salvaguarda debería ser un tesoro preciado para Uruguay, país pequeño y vulnerable frente a los poderosos acostumbrados a hacer y deshacer de acuerdo a su voluntad en la región. Por otro, el significado desde el punto de vista del intercambio comercial y eventual potenciación del bloque.
Y tras el atropello, cuyos autores justifican por la solidaridad y la importancia del ingreso de la economía venezolana al bloque, queda como interrogante la repercusión que tendría la irrupción de Venezuela en el Mercosur, con su carga de contrastes y su particularidad de economía cerrada, pero a la vez bajo la conducción de un coronel Hugo Chávez que no vacila en derrochar petrodólares para comprar solidaridades en el concierto internacional.
Y por cierto que el país caribeño, con su líder feliz y sonriente, se presentó haciendo gala de sus acostumbradas dotes histriónicas en la reunión de Brasilia en la que se formalizó el ingreso, ante el aplauso de sus colegas de Argentina, Brasil y Uruguay. El “huracán caribeño”, como lo bautizó Mujica, pretendió estar a la altura de las expectativas y ya de entrada agitó la abultada billetera petrolera de Venezuela, con el anuncio de la compra de aviones brasileños y eventualmente de autos al Uruguay.
No podía esperarse menos, conociendo los antecedentes de esta instancia y las particularidades del presidente Chávez, en cuanto a potenciar su protagonismo internacional por donde vaya, y mucho más aún cuando el ingreso venezolano venía precedido de los antecedentes que todos conocemos a partir de la destitución del ex presidente Fernando Lugo en Paraguay y la medida revanchista de los tres presidentes. La importancia que pueda cobrar Venezuela en la economía e intercambio del bloque está por verse, y es una gran incógnita, pero a fuer de sinceros, y tal como lo evalúan los industriales uruguayos, la economía venezolana es cerrada y proteccionista.
El punto es además que el de Chávez es un régimen autoritario, con muchos agujeros en su régimen democrático, y en cambio, desde el punto de vista geopolítico, quien más gana es Brasil, que ya tiene una balanza comercial que lo favorece en 3.000 millones de dólares con venezuela, a la vez que desplaza hacia el norte el eje del Mercosur y potencia la relación comercial bilateral, incluyendo a la energía.
De la misma forma espera favorecerse Argentina, que además necesita de la industria petrolera venezolana PDVSA porque ningún otro país va a apoyar a la estatal YPF, luego de la vergonzosa expropiación de la parte española Repsol de la compañía.
Los uruguayos todavía veremos en qué nos puede favorecer, al fin de cuentas, si se tiene en cuenta que tenemos una fuerte deuda por la compra del petróleo por Ancap, que la compra de autos todavía está por verse, y que naturalmente, tras el ingreso con la billetera abierta para todos, se verá con el correr de los meses y de los años cuál es la esencia de un episodio que tiene mucho más de político-ideológico que de contribución al intercambio y consolidación de un bloque que en lo jurídico ha quedado herido de muerte.
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