Paysandú, Miércoles 08 de Agosto de 2012
Locales | 05 Ago A los 15 años las expectativas de cualquier adolescente pasan generalmente por un viaje o una fiesta de quince, sus actividades de estudio o disfrutar de los amigos. Sin embargo, hay veces que la vida da sorpresas y no precisamente de las más agradables. Cosas que pueden generar miedo, angustia o un replanteo profundo de todo.
Algo así le pasó a Florencia Blanc, a quien se le diagnosticó un tumor cerebral. A pesar del impacto que esto significó para ella y su familia, no dudó por un segundo que saldría adelante. El suyo es un testimonio de fe y esperanza que apuesta a la vida y reconoce el valor de una adecuada atención médica para enfrentar situaciones difíciles pero para las cuales la ciencia tiene respuestas.
“La verdad es que no me pregunté por qué esto me pasaba a mí, sino que me sentí agradecida a Dios por tener a mi familia y mis amigos que estaban allí para acompañarme y buscar lo mejor para mí”, dijo al concluir una larga conversación en la que, acompañada por sus padres, Pablo Blanc y Verónica Centeno, contó a EL TELEGRAFO su experiencia reciente tras haber sido operada en el Centro Regional de Neurocirugía de Comepa, por el profesor doctor Saúl Wajskopf.
“Cuando tuve la noticia, busqué información en Internet y hasta miré videos de operaciones como la que me iban a hacer. También busqué información sobre el médico que me operaría. En cuanto al tumor, sabía que debía asimilar que lo tenía y hasta cierto alivio en cuanto a que finalmente tenía un diagnóstico para mis mareos y problemas. Sabía que había que sacarlo y por eso traté de pensar en positivo y dejar que mi familia y amigos me apoyaran. Ahora yo misma estoy asombrada de la rápida recuperación, me siento muy bien”, agregó.
Florencia tuvo el diagnóstico de tumor cerebral en marzo pasado y el miércoles de Semana Santa viajó con sus padres a Montevideo para hacerse una resonancia magnética nuclear coordinada. Se la hicieron a las 4 de la mañana.
“COMO PADRES
QUERÍAMOS LO MEJOR”
Sus padres, ya enfrentados a la difícil situación de un diagnóstico de una patología tan delicada, comenzaron entonces a informarse y buscar el mejor tratamiento. “Fue muy duro al principio porque no sabíamos qué tipo de tumor tenía, si era operable. Empezamos a averiguar, hicimos consultas porque queríamos ponerla en las mejores manos. Nos convenció el equipo de neurocirugía que había acá en Paysandú, liderado por el doctor Wajskopf. Muchas personas nos decían que en Tacuarembó estaba el mejor equipamiento pero averiguamos todo lo que pudimos y llegó el momento de poner en la balanza lo que te dicen sobre la tecnología que puede tener un lugar u otro, con el médico que la iba a tratar. Y todos nos decían, incluso médicos amigos: ‘que la opere el profesor’”.
“En esos momentos uno lo que precisa es no sólo apoyo sino también tranquilidad y este médico nos la dio. En una consulta estábamos muy preocupados por la operación y cuando le preguntamos, él cerró la historia clínica, tomó un papel y comenzó a hacernos un dibujo para explicarnos en qué consistía y cuáles eran los riesgos”, dijeron Pablo y Verónica. Fue así que durante la etapa de consultas previas a la cirugía y dentro del plazo que debería operarse “buscamos que ella pudiera terminar sus parciales del liceo y se operara en las vacaciones de julio para poder incluso recuperarse tranquila después”.
Y LLEGÓ EL DíA
El 6 de julio pasado Florencia fue operada con éxito y ha tenido una recuperación muy rápida. “La verdad es que estaba muy tranquila porque iba a ser operada por un médico como el doctor Wajskopf, que realmente sabe mucho. Además, supo brindarme mucha tranquilidad cuando fui a la consulta con mis padres. Nos explicó muy bien todo y es una persona muy humilde, con quien me sentí muy cómoda. También estaba tranquila porque tengo mucha fe en Dios. La mano del médico y la mano de Dios estuvieron presentes”, dijo.
“Se juntó la fe y la ciencia. Flor nunca perdió la fe, nos daba fuerza a nosotros. El resultado fue la extirpación de un tumor benigno, lo cual nos da mucha tranquilidad. Había un riesgo muy grande en la operación, desde perder la memoria reciente a quedar con algún tipo de parálisis facial; muchos riesgos. El médico fue claro con ella y cuando le dijo que existía el riesgo de perder memoria, Flor se quebró porque le gusta mucho estudiar y bueno, porque tiene sólo 15 años y toda la vida por delante. Hoy hay gente que la ve y no puede creer que haya pasado por esa situación, que fue muy difícil en todo sentido”, dijo su madre. “Estuve un día y poquito en CTI. Me operaron un viernes y el martes ya estaba en casa”, afirmó la adolescente. Su último recuerdo previo a la cirugía es un chiste sobre rubias que hizo con el personal de la sala de operaciones y el pedido para que le cuidaran su cabello. La primera imagen que tienen sus padres del momento en que terminó la operación es mucho menos dura de lo que pensaron que sería. “Salió despierta de la sala y mientras la llevaban por el pasillo nos decía ‘estoy dormida’. Ahí vimos que estaba bien. Veinticuatro horas después estaba pidiendo una televisión porque estaba aburrida”, recordaron. Para finalizar, agradecieron al profesor Wajskopf, el doctor Ramiro Lima y todo el equipo de neurocirugía: “Ellos son profesionales pero como personas supieron ponerse en el lugar del paciente y la familia, cosa que no todos los médicos hacen. Nosotros estábamos pasando un momento muy difícil pero sentimos que nos escuchaban y acompañaban, brindándonos información para saber qué ocurre y cómo será el tratamiento da tranquilidad”.
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