Paysandú, Viernes 10 de Agosto de 2012
Opinion | 05 Ago Hasta hace unos pocos días atrás estuvimos afectados por una crisis energética por insuficiencia hídrica que obligó al Uruguay a comprar energía en el exterior a precios que de prolongarse en el tiempo, podrían afectar duramente la economía del país.
Según estimaciones extraoficiales, el país lleva perdidos en las grandes sequías de los años 2006, 2009 y 2012 un total del orden de los tres mil millones de dólares.
Sabemos, por otra parte, que el consumo de energía per cápita en nuestro país es relativamente bajo en comparación con las naciones desarrolladas, por lo que se deduce que de no revertirse el déficit de generación –de energía barata—terminará afectando el crecimiento del país.
Por consiguiente, lejos de pensar en seguir restringiendo el consumo energético, la solución pasa por aumentar las fuentes de generación buscando los métodos más económicos, con mayor seguridad en cuanto a disponibilidad y que nos asegure independencia energética. Por supuesto que el ahorro nunca está de más y bienvenidos sean los planes que lo promueven, como es el caso los colectores de agua a energía solar, que debieran estar instalados en cada hogar desde siempre.
Pero recordemos que las grandes industrias, generadoras de miles de puestos de trabajo y de cuantiosos recursos mediante la exportación, en casi todos los casos consumen monstruosas cantidades de energía.
Está muy claro pues que necesitamos aumentar la generación y en ese sentido, lamentablemente, los meritorios esfuerzos que se realizan para utilizar fuentes alternativas no son –o no serán en el mediano plazo-- suficientes. Ni la generación eólica ni la de biomasa son capaces de producir los volúmenes energéticos que necesitamos por lo que, sin dejar de impulsar esos emprendimientos, debemos buscar urgentemente otra forma de producir electricidad, con el menor impacto ambiental posible.
Y, en esta línea de pensamiento, debemos preguntarnos en primer lugar si realmente se han terminado las posibilidades de generación hidráulica –el más barato de todos los sistemas-- a lo largo de nuestro territorio.
Descartemos la originalmente proyectada represa compensadora de Salto Grande, en la zona de Pepeají, que debía albergar dos turbinas de la misma capacidad que la que trabajan actualmente en el citado dique, dado que seguramente se necesitaría una eternidad para alcanzar un acuerdo con Argentina, que además en el caso de la provincia de Entre Ríos ha establecido por ley la prohibición de construir nuevas represas.
Pero, esto no quiere decir que en territorio nacional no sea posible instalar varias represas o mini represas, que serían capaces de permitirnos un aumento muy importante de la disponibilidad energética. Hace más de medio siglo, el Director de Estudios Hidroeléctricos del Ministerio de Obras Públicas, Ing. Víctor Sudriers, elaboró un completo proyecto que hoy debe reposar en algún archivo de alguna dependencia pública, si es que no fue destinado a generar energía calórica en alguna faltante de combustible.
Sintéticamente, el citado técnico proponía la construcción de una serie de represas menores que resultarían en la suma un aporte muy importante al sistema energético nacional. Por ser la más cercana territorialmente, recordemos que la represa que planteaba construir en el Río Queguay, en las cercanías del puente de Ruta 3, y se consideraba que sería capaz de cubrir la demanda de energía de las ciudades de Paysandú y Salto y, eventualmente Mercedes y Fray Bentos. Pero, este no era el único embalse propuesto ya que determinaba concretamente la construcción de otros similares en el Arroyo Cuñapirú, que alimentaba a la ciudad de Rivera y sus alrededores, y que resultó destruida en las inundaciones de 1959, así como en los ríos Cebollatí, Tacuarí, Negro (una de las cuales es Palmar, hoy en funcionamiento) Cañada de la Bolsa y otra en el Queguay, en Paso de Andrés Pérez.
Las represas no sólo sirven para generar energía sino que los embalses que crean resultan una reserva de agua de fundamental importancia para momentos de sequía y pueden alimentar sistemas de riego, que es precisamente uno de los objetivos de este gobierno y es una de las políticas en la que todos los partidos políticos están de acuerdo.
Lógicamente no podemos afirmar alegremente que se deben construir todas estas represas pero sí debemos establecer con absoluta claridad que resulta imprescindible que se realicen inmediatamente los estudios correspondientes para determinar si existen las posibilidades que apuntamos y estudiar si no hay otras que puedan ser encaradas. Asimismo, sería bueno fomentar la construcción de mini embalses multipropósito en las zonas rurales, e incluso el Estado podría participar en algunas que resulten de interés para hacerlas más grandes y favorecer más emprendimientos. En Paysandú tenemos un claro ejemplo con la represa del Chingolo, que aunque no genera electricidad igualmente es hoy el centro de un verdadero polo de desarrollo.
Con lo que hemos perdido en las últimas situaciones de carencia de agua podríamos pagar miles de estudios como el que debe hacerse y, eventualmente muchas represas como las que proponía el Ing. Sudriers.
Sólo se necesita poner energía técnica porque el agua la pone la naturaleza.
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