Paysandú, Sábado 11 de Agosto de 2012
Opinion | 06 Ago Por un plazo de 90 días, con la posibilidad de ser extendido, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), declaró la Emergencia Agropecuaria para la citricultura, incluyendo el área de mayor producción del país, el litoral Norte, es decir los departamentos de Artigas, Salto, Paysandú y Río Negro, así como zonas de Maldonado y de Canelones, ante las sucesivas heladas registradas en junio, que afectaron seriamente la producción para el mercado exterior.
Si bien se registraron matices en cuanto a la entidad de los daños en el litoral, hubo áreas en las que se perdió prácticamente el 50 por ciento de la fruta de exportación, con una afectación de unas 115.000 hectáreas, equivalente al 36 por ciento de la producción estimada, lo que constituye pérdidas por unos 35 millones de dólares, de los cuales 12 por concepto de salarios.
No es poca cosa, para un sector que hasta hace unos años se mostraba pujante, pese a mantener en muchos casos deudas y en este caso la declaratoria de emergencia agropecuaria significa que se volcarán en apoyo al sector recursos del Fondo Agropecuario de Emergencia, por Ley 18.362 de octubre de 2008, destinado a atender pérdidas causadas por las emergencias agropecuarias.
Asimismo, éstas no solo refieren a la producción de este año, sino que muchos productores consideran que las heladas han afectado las plantas y comprometido por lo tanto la viabilidad futura de algunos montes, lo que contribuye a generar un panorama más complicado para los citricultores.
Igualmente, con o sin heladas, y sin dejar de tener en cuenta la incidencia del factor climático adverso, el mayor problema de la citricultura no está dado por las inclemencias del tiempo y en este caso concreto de las heladas, sino por su muy delicada ecuación costo-beneficio, por cuanto los mercados externos no se muestran receptivos, con problemas de precios, mientras los costos internos siguen creciendo en forma sostenida. Así, el grueso de las exportaciones del sector tiene por destino países de la Unión Europea y con las naciones ya afectadas por la crisis, se está ante una demanda deprimida y precios en caída, por lo que se buscan mercados alternativos.
En Paysandú y Salto esta zafra de cítricos presenta diferencias sustanciales con el escenario de hace algunos años, en cuanto a rentabilidad y perspectivas para los exportadores del sector, lamentablemente, y hay consenso respecto a que la citricultura nacional atraviesa uno de los momentos más difíciles de su historia.
Debe tenerse presente que en los últimos años se ha acentuado la pérdida de competitividad de los cítricos uruguayos frente a los de los principales países competidores en el Hemisferio Sur, como son Chile, Perú y Sudáfrica. Y lejos de una reversión, estamos ante un proceso sostenido, con crecientes costos de producción y mercados por ahora renuentes.
La producción de estos países ingresa a la Unión Europea con arancel cero, mientras la fruta uruguaya lo hace pagando un arancel de 12,5 por ciento precio mayorista, pero al perderse las preferencias arancelarias pasa a pagar entre el 16 y el 17,5 por ciento. Mientras tanto, desde hace años Uruguay está negociando el ingreso de los cítricos a Estados Unidos, habiendo superado el análisis de riesgo, pero aún resta algún paso interno para ser autorizado a ingresar.
Por cierto que más allá de los avatares internacionales, el gran desafío para esta producción, como ocurre en otros sectores también, radica en abatir los altos costos internos, que afectan la competitividad, los que ya han costado el cierre de una planta en Paysandú, así como dudas sobre la continuidad inmediata de alguna otra empresa y una gran cuota de incertidumbre para el futuro inmediato.
Esta pérdida de competitividad se origina en el encarecimiento de la mano de obra y los costos fijos, teniendo en cuenta por ejemplo que los salarios han aumentado en dólares, al igual que otros insumos y servicios del Estado y se reciben menos pesos por dólar que ingresa por la misma producción.
Estamos por lo tanto ante componentes estructurales y coyunturales, que derivan en una masa crítica muy difícil de afrontar y que tiene como nudo gordiano que el endeudamiento crece y la rentabilidad sigue en descenso, cuando la hay, lo que presenta más incertidumbre que certezas y abre una gran interrogante sobre el futuro del sector.
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