Paysandú, Domingo 12 de Agosto de 2012
Opinion | 08 Ago En más de una oportunidad hemos expuesto desde esta columna de opinión que el crecimiento registrado por América Latina en los últimos años, que incluye al Uruguay, en ancas de mercados receptivos y con muy buenos precios para nuestra materias primas, no equivale a desarrollo, por cuanto mientras dependamos de los vaivenes de los commodities seguiremos a expensas de escenarios coyunturales y carentes de la sustentabilidad imprescindible para consolidar estos procesos de largo aliento.
Tampoco es un secreto que Uruguay no es el país que más ha crecido en la región y que somos parte del común denominador que surge de la buena coyuntura para colocar bienes originados en nuestras ventajas naturales, es decir producciones primarias con nulo o muy escaso valor agregado y altamente dependiente de la demanda de los países desarrollados y emergentes como China, entre otros elementos a tener en cuenta.
Ello quiere decir que para estar a la altura de las circunstancias, los respectivos gobiernos de la región deben aprovechar el clima favorable que se está dando desde hace varios años para hacer bien los deberes y encarar las reformas estructurales imprescindibles para dar el salto de calidad que está faltando en el subcontinente, más allá de vivir el momento.
En este contexto es oportuno traer a colación conceptos del doctor en Economía Rodrigo Chaves, director del Departamento de Reducción de la Pobreza y Gestión Económica de la Región de América Latina y el Caribe en el Banco Mundial, quien no ocultó su preocupación por la endémica falta de productividad en América Latina y los escasos avances que se han registrado en la materia.
Por supuesto, debe tenerse presente que es mucho más cómodo para cualquier gobierno, cosa de no complicar la cosa, seguir en la cresta de la ola todo lo que sea posible y utilizar los ingresos extra por las exportaciones de materias primas para llevar a la práctica políticas generosas desde el punto de vista social, con aumento del gasto público pero sin retorno y sin que mediante estos recursos se saque realmente de la pobreza a sectores marginales de la población, sino que simplemente se los asiste económicamente.
El jerarca del Banco Mundial, en declaraciones al suplemento Economía y Mercado del diario El País, subrayó que el ingreso per capita de un latinoamericano se ha retrasado respecto al de Estados Unidos y para ello considera que ha incidido la falta de productividad de los factores de producción, que ha crecido muy poco en comparación con otras regiones del mundo.
A modo de evaluación citó Chaves que los precios de materias primas “no dependen de una política local, son una coyuntura favorable que es beneficiosa, pero está claro que los gobiernos deben apuntar más allá de eso. En 1950 el ingreso per capita de un latinoamericano era de aproximadamente el 50 por ciento de un estadounidense y el de China y otros países asiáticos se ubicaba en el 10 por ciento”.
“En 2010 el ingreso per capita de un latinoamericano está en casi un 30 por ciento de un estadounidense, el de un chino está por encima de un latinoamericano y el de los tigres asiáticos ya está llegando al 75 por ciento del ingreso de los norteamericanos”, lo que significa que el subcontinente se ha retrasado, y consideró que “la clave es el problema de productividad de los factores de producción. Ha crecido muy poco en comparación con aquellos países”.
Las razones para este rezago las situó en “monopolios que inhiben la competencia, falta de competitividad de los mercados internos, problemas de formación de capital humano, de inversiones en infraestructura y logística, que son verdaderos cuellos de botella para el crecimiento, al igual que problemas en adopción de tecnologías, calidad del gasto público, etcétera”.
Estos aspectos manejados por el economista son precisamente elementos que hemos señalado en más de una oportunidad, porque hacen a la esencia de la cosa, al presente y al futuro que está a la vuelta de la esquina, y ante el cual hemos hecho poco y nada en la región, para concentrarnos en vivir el presente y dejar los deberes para más adelante.
Si tenemos déficit en productividad, concepto del cual muchos sindicatos no quieren ni siquiera hablar y mucho menos en el ámbito del Estado, donde es mala palabra, poco y nada podemos esperar de bueno en el futuro, porque seguiremos en la mediocridad y en depender de las coyunturas, sin ninguna posibilidad de superación, amarrados a nuestros problemas estructurales pero siempre echándole la culpa a otros por lo que nos pase de malo.
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