Paysandú, Miércoles 15 de Agosto de 2012
Locales | 09 Ago A finales de los años 90 pensaron que habían concretado un sueño, el de vivir en una zona privilegiada, tranquila, alejada de la contaminación de todo tipo y frente al río. Los años fueron pasando y hoy, los vecinos de Entre Ríos entre Washington y Avenida Salto se enfrentan al “infierno tan temido” de vivir en una zona sitiada por unos cientos de personas que todos los fines de semana, feriados y prácticamente todos los días durante el verano, se instalan en la calle (está prohibido estacionar en el cantero debido a deslizamientos en el colector industrial), con los amplificadores de autos y motos a todo volumen y consumo de bebidas con alcohol.
Aquel sueño hoy ha dejado paso al estrés de no poder dormir, escuchar música, mirar televisión, hablar por teléfono o siquiera entablar una conversación. El ensordecedor sonido de los automóviles, algunos tuneados con verdaderas discotecas en su parte trasera y el estruendo de las motos con escape libre se reitera cada fin de semana, con asombrosa puntualidad. Y así, desde temprano en la noche hasta las 9 de la mañana del día siguiente. Y a veces hasta el mediodía.
Dejan la zona llena de vasos descartables, botellas vacías y vidrios rotos. En algunos jardines, además, evidentes signos de haberlos usado como baños. Dejan también vecinos al borde de un ataque de nervios, cansados de no poder dormir ni descansar ni ser dueños de decidir qué hacer en su propia casa. Cansados de ver sufrir a los suyos. Como ese niño enfermo, de tan solo 7 años, que “preguntaba a gritos: Mamá ¿por qué no se callan?”, contó su progenitora. O esa joven de 19 años, residente en Montevideo que prácticamente huyó de retorno a la capital porque aquí en Paysandú “los jóvenes están todos locos”. Los vecinos fueron recibidos por la Unidad de Asuntos Vecinales en una reunión realizada en el Tiro Suizo el 19 de abril de 2012. Pidieron una reunión con el intendente Bertil Bentos y se les prometió concederla. “Nunca hasta ahora nos ha recibido. Ni siquiera nos han llamado. Nada ha pasado”, sostienen con un dejo de amargura.
Sorprendentemente no piden mucho. “Queremos que se cumplan las ordenanzas en lo referente a ruidos molestos, limpieza, consumo de alcohol por menores, venta de alcohol a menores. No queremos otra cosa que no sea que se cumpla la legislación vigente”.
“No pretendemos que los jóvenes se vayan de la zona. Pero si quieren estar ahí debe haber una relación de respeto para con todos. Nosotros para con ellos, ellos para con nosotros. Los vidrios de las casas tiemblan. Eso demuestra el volumen de los amplificadores de sonido. Eso no es justo. Si quieren estar, que acaten las normas”, piden.
“Está todo reglamentado, pero hay que hacer cumplir los reglamentos. Hay inspectores, pues que los utilicen. Y que apliquen las multas si es necesario. Los jóvenes no escuchan a los vecinos que les hemos pedido por favor en varias ocasiones que bajen el volumen. No entienden razones”, explican. Algunos vecinos “estamos pensando en mudarnos” pero se enfrentan a que hasta sus propiedades pierden valor de mercado.
Se sienten desamparados sin nadie que vele por ellos, aunque subrayan una y otra vez “la rápida asistencia del personal de la Seccional 2ª de Policía que siempre responde, aunque claro, las herramientas reales las tiene la Intendencia de Paysandú, no ellos”.
“Pedimos que se cumplan las ordenanzas y solicitamos una reunión con el intendente Bentos. No es mucho”, concluyen. Y se preparan para otro paseo por la cornisa del infierno. Este viernes. Y el sábado. Y... ¿hasta cuándo?
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