Opinion | 11 Ago Una circular del Ministerio de Relaciones Exteriores, bajo el título “Mercosur-Unasur/Suspensión de la República de Paraguay”, establece las instrucciones de comportamiento para los jefes de misión y demás personal diplomático radicado en el exterior, y en ese documento se le ordena a todo el personal diplomático “ajustar su conducta de relación absteniéndose de mantener contactos personales, o participar en eventos que pudieran significar un reconocimiento al gobierno de Paraguay”.
Este documento fue enviado a todas las misiones diplomáticas de Uruguay en el exterior y está firmado por el director de Asuntos Políticos de la Cancillería, Ricardo González, y por el secretario general del Ministerio, Gonzalo Koncke.
Uno de los efectos inmediatos de la circular de la Cancillería es que ningún diplomático paraguayo podrá ser invitado a los actos que cada embajada en el exterior realiza los 25 de agosto a fin de conmemorar la Declaratoria de la Independencia de Uruguay, lo que a todas luces lleva la postura uruguaya en torno al tema al ridículo sublime.
Por supuesto, esta decisión se inscribe en el intento de “borrar del mapa” a un país que molestaba a los presidentes del Mercosur alineados ideológicamente, que encontraron en esta “suspensión” la (gruesa) excusa que necesitaban para ingresar a Venezuela al bloque, algo que no podían hacer anteriormente porque Paraguay se oponía.
La excepción a esta disposición de la Cancillería se cumplirá en Florida, cuando el sábado 25 se conmemore el 187° aniversario de la Declaratoria de la Independencia en esa ciudad. El intendente de Florida, Carlos Enciso (Partido Nacional) no solo invitará al embajador de Paraguay en Montevideo (al menos todavía no lo han declarado “persona no grata”), sino también a los agregados militares de ese país. Las ciudades de Florida y Asunción, además, tienen una relación especial dado que están hermanadas.
Será también una buena oportunidad para establecer una especie de desagravio al pueblo paraguayo, en nombre de los uruguayos que no nos resignamos a ceder a la prepotencia de Brasil y Argentina, como así tampoco a las visiones ideológicas que hacen que se condene a Paraguay por supuestos procedimientos antidemocráticos y en cambio se mantenga a Cuba como un paradigma de democracia, en el colmo de la hipocresía.