Paysandú, Lunes 20 de Agosto de 2012
Opinion | 13 Ago Han transcurrido dos años desde que se conocieron los últimos resultados de pruebas internacionales de evaluación PISA, según las cuales el 42 por ciento de los estudiantes uruguayos de 15 años no tiene los aprendizajes básicos necesarios para integrarse a la sociedad, y que sitúan a Uruguay como el cuarto país con más repetición de los 65 examinados por este sistema.
Es que desde el año 2003 Uruguay no ha logrado avanzar en los niveles de aprendizaje con que llegan los estudiantes a los 15 años. El dato se desprende de los resultados de las tres ediciones de las pruebas PISA, y precisamente la evaluación está en curso nuevamente en 185 instituciones.
Desde el lunes de la semana anterior, unos 6.000 estudiantes de 15 años, elegidos al azar, participan en las pruebas PISA, que se realizan en 75 países y que este año se focalizan en matemáticas. Uruguay está suscripto a la evaluación desde el año 2003. En la última edición, realizada en 2009 (se efectúan cada tres años) Uruguay quedó en el puesto 47 entre 65 países participantes.
El director de la División de Investigación, Evaluación y Estadística del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Andrés Peri, consideró, en declaraciones a El País, que las pruebas permiten analizar cómo es la distribución de desempeños en una muestra representativa a nivel nacional, que al no tener un sistema de evaluación de aprendizaje a nivel país, termina siendo la única visión sobre educación media.
“Ahora no hay forma de saber cómo le va al sistema educativo en matemática, lo que sí se puede decir es que el nivel de reprobación de exámenes en este liceo es distinto de este otro, pero como sistema educativo adolecemos de instrumentales. Y para aprender uno tiene que tener un referente, y sistemas educativos que no aprenden no mejoran”, explicó Peri.
Paralelamente, las pruebas PISA permiten que el sistema educativo uruguayo pueda compararse consigo mismo. Si se comparan los resultados que obtuvieron estudiantes uruguayos en las tres ediciones que participó el país (2003, 2006, 2009) se evidencia, según Peri, que no se logró avanzar en los niveles de aprendizaje a que llegan los adolescentes de 15 años.
“Eso es una alerta de que tenemos que tener programas para podernos superar”, dijo.
El punto es que tampoco hay mecanismos en Uruguay para establecer cómo está el sistema en Montevideo y el Interior, un aspecto que también es cubierto por PISA, por lo que según el jerarca la evaluación permite saber cómo el sistema educativo distribuye conocimiento socialmente relevante entre la población. “PISA nos muestra la desigualdad de nuestro sistema educativo”, afirmó.
Pero pese a tener un mecanismo de evaluación y comparación, los resultados de las pruebas PISA no fueron utilizados hasta ahora por las autoridades para definir nuevas políticas educativas, al punto que la directora del liceo Bauzá, en Montevideo, Graciela Bianchi, dijo que “se utilizaron solo para tomar conciencia del desastre. Nunca se dijo ‘las pruebas PISA nos dan estos valores’ y se hizo una estrategia para ver cómo nos corregimos. Nunca. Todos los diagnósticos los archivamos”.
El comparar internacionalmente resultados en niveles de la enseñanza en nuestro país tiene un valor relativo, desde que el problema serio lo tenemos hacia lo interno, es decir el sostenido decaimiento de la calidad de una enseñanza que está no solo desactualizada en cuanto a la formación para la inserción laboral, sino que ha retrocedido, la deserción ha aumentado y refleja una caída en valores que no puede traducirse únicamente en las pruebas de matemática, lectura y ciencias.
Así, de las evaluaciones en las respectivas facultades surge que “se continúan diagnosticando grandes carencias en las competencias básicas de los ingresantes, no apreciándose mejoría en ninguna de las áreas”.
Lamentablemente --tal como están planteadas las cosas-- seguirán sucediéndose estos resultados adversos, si tenemos en cuenta que los organismos de dirección de la enseñanza, en los que la Ley de Educación ha dado creciente poder a los gremios docentes, siguen afrontando sin respuestas el desafío de adecuar nuestro sistema educativo a los requerimientos del país, sobre todo en el área laboral y técnica.
El tema no está siquiera planteado en su real trascendencia, se ahondan las diferencias de calidad entre los institutos públicos y los privados, además de un desnivel pronunciado en desmedro de los sectores de contexto crítico, lo que da la pauta de un retraso sustancial en la enseñanza media y pública, con una tendencia por ahora irreversible.
Y este escenario no se revierte simplemente con mayor afectación de recursos sino mediante un replanteo profundo en todos los niveles de la educación, pasando primero por el diagnóstico, para luego determinar objetivos y los mecanismos para lograrlos, pero para lo que por ahora no parece haber mucho apuro en las autoridades de nuestra enseñanza.
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