Paysandú, Martes 21 de Agosto de 2012
Opinion | 16 Ago Los sanduceros hemos recibido con indisimulada alegría la buena nueva de que tras la compra en subasta pública del edificio e instalaciones de la empresa Paylana por el Banco de la República, la cooperativa de trabajadores Cotrapay estará en condiciones de pujar por hacerse cargo del emblemático emprendimiento textil, nacido en la década de oro de 1940, junto a otras fábricas sanduceras que aún sobreviven de aquel empuje industrial que marcó un antes y un después para nuestro departamento.
Y por cierto que para quienes hemos asistido –seguramente la enorme mayoría de los sanduceros— al proceso de descaecimiento y posterior cierre de la fábrica, existe una conjunción de deseos, expectativas y esperanzas de que los ex trabajadores de la planta tengan la mejor de las suertes en este acometimiento que encaran, en defensa de su fuente de trabajo. De ella dependen ahora unas 200 familias, luego que la fábrica en sus momentos de esplendor llegó a crear unos 1.000 puestos directos para Paysandú, lo que no es poco decir, para una sociedad altamente dependiente de los emprendimientos industriales que fueron los que crearon y reciclaron riqueza en nuestro medio por décadas.
Es cierto, estamos ante un futuro que asoma con su cuota tanto de incertidumbre como de esperanza, porque se ha preservado el edificio y la maquinaria para que quienes hoy siguen levantando la bandera del Paysandú de tradición textil cuenten con el instrumento para producir. El mundo se nos presenta cada vez más hostil para los bienes terminados y semiterminados de industria nacional, como bien sabemos, porque el país tiene problemas de costos internos de producción, de tecnología y de escala, por lo que la apuesta a la calidad antes que a la cantidad se ve afectada por condicionamientos que no son para nada desdeñables para todo emprendimiento.
Mucho más cuando estamos ante el sector textil, cuyas principales fábricas han ido cerrando una a una en los últimos años, siendo Paylana quizás la última superviviente y que no ha sido porque sí, porque estamos ante un proceso que no ha sido posible revertir hasta ahora.
Por lo tanto la celebración de hoy conlleva a la vez la necesidad de estar a la altura del desafío, en conjunción de esfuerzos de trabajadores, autoridades departamentales y nacionales, porque además estamos todos en la misma estacada, si tenemos en cuenta primero que de una forma u otra cada uruguayo ha puesto dinero de su bolsillo para la compra por casi tres millones de dólares de la empresa --hay una deuda de unos veinte millones con el BROU aún pendiente-- pero también para la capitalización y generar condiciones para que los 200 trabajadores que aún quedan en la cooperativa puedan asomarse al difícil mundo empresarial. Mucho más aún cuando estamos ante la autogestión, que tiene sus pro y sus contra, y del mejor aprovechamiento posible de los aspectos a favor dependerá en gran medida la suerte del emprendimiento.
Ciertamente de aquellos casi 1.000 puestos de trabajo a los potenciales 200 de ahora media una gran diferencia, y Paysandú por supuesto ya ha sentido esta pérdida en el tramado socioeconómico, a lo que se agregan las serias dificultades que atraviesan otras fuentes de trabajo en nuestro medio. Tal es el caso de los emprendimientos citrícolas, donde que por ejemplo ha desaparecido el establecimiento Sandupay y está por cierto muy comprometido el futuro de la frutícola Forbel, a juzgar por los hechos por todos conocidos y la decisión adoptada por la propietaria Univeg de cerrar sus empresas de la región, al tiempo que el sindicato mantiene ocupadas las instalaciones y continúa su lucha a brazo partido por mantener sus reivindicaciones.
Este escenario muy parcial pero ilustrativo de nuestra realidad, debería alcanzar para pintarnos en toda su crudeza que los antagonismos que muchas veces se levantan como bandera de lucha de clases no favorecen a nadie, sino que el resultado es que todos perdemos de una forma o de otra, sobre todo la parte más débil, que es el trabajador cuando se queda sin jornales y hasta sin su fuente de trabajo.
De ahí la necesidad de evitar las confrontaciones, de buscar siempre el diálogo por encima del conflicto, porque todo emprendimiento depende de la conjunción de esfuerzos de empresarios y trabajadores, porque las posturas extremas del todo o nada no llevan a nada bueno y porque Paysandú no puede darse el lujo de seguir perdiendo fuentes de trabajo, que cuesta mucho recuperar y cuando ello se logra, se constata que se pierde calidad y cantidad de los puestos de trabajo, comprometiendo el presente y el futuro de miles de familias, nada menos.
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