Paysandú, Martes 21 de Agosto de 2012
Deportes | 20 Ago Fue una locura. Pero una locura linda, sin las hay. Alejandro Foglia fue recibido con bombos y platillos. El deportista celeste que tuvo mejor actuación en los Juegos Olímpicos de Londres, alcanzando el octavo puesto de la competencia olímpica de la Clase Laser, dejó Barcelona (donde está radicado y a donde llegó tras su participación en Londres manejando) para volver a nuestro país y sentir el cariño de la gente.
Fue una locura, aunque no hubo medalla de por medio sino diploma. Es que, pese a las declaraciones de la ministro de Turismo y Deporte, Liliam Kechichián, la gente reconoce la dedicación de los atletas y sabe que, como en el caso de Foglia, fue el esfuerzo personal el que lo llevó a colarse entre los ocho mejores del mundo.
Del Aeropuerto de Carrasco a la sede del Yacht Club Uruguayo el velerista fue trasladado en caravana. Y el recibimiento en el club náutico, con pancartas, aplausos, saludos y la firma de autógrafos incluidos, toda una sorpresa para el deportista que, horas antes y a través de Twitter, se preguntaba si habría caravana.
Horas más tarde fue tiempo de reunirse con la familia y los amigos. Del otro lado del tubo era todo un bullicio cuando EL TELEGRAFO se contactó con “Jano”. “¡Pah! Ahora estoy más tranquilo, con la familia, porque la llegada fue una locura. Pero estuvo todo muy bueno”, dijo sumergido todavía en ese inesperado mar de adrenalina con el que se encontró al llegar a nuestro país.
Antes, en conferencia, Foglia intentó contener la emoción para contar su experiencia. “Fue un esfuerzo enorme”, aseguró ante la mirada de todos los presentes, incluyendo al presidente del Comité Olímpico Uruguayo, Julio César Maglione, de Kechichián y del director de Deportes, Ernesto Irurueta.
“Cuando uno llega a estos momentos de máximo rendimiento y superación personal, es increíble. Mirar para atrás, todo lo que trabajamos con el equipo para llegar a competir de igual a igual contra potencias mundiales, me llena de orgullo a mí y a toda mi gente, familia, amigos y compañeros”, tiró.
Atrás quedó el esfuerzo, ese que tuvo su premio. El haber trabajado haciendo fletes por Europa, como entrenador en Barcelona. “Jano” hizo de todo para poder solventarse los gastos a lo largo del ciclo olímpico que terminó con esa participación en la regata por medallas de la competencia de Láser de los Juegos.
Esos cuatro años de trabajo y sacrificio en silencio, no solo dedicados al entrenamiento sino a generar esos casi 100.000 dólares de costo que tuvo la preparación a lo largo de cuatro años.
“Llegando a medal race, miraba al cielo y me emocionaba solo porque el hecho de competir contra los 10 mejores del mundo era algo soñado para mí. Lo venía buscando desde hace mucho tiempo, porque nunca había podido disputar una medal race en las copas del mundo y tenía ese sabor amargo. Pero llegaron estos Juegos Olímpicos y se dio, pude volcar toda la experiencia que adquirí en las regatas anteriores y logré este resultado”, indicó Foglia.
Todos lo escuchaban con atención. No volaba una mosca en la sede del Yacht Club Uruguayo mientras “Jano” repetía que en Weymouth, lugar donde se disputaron las competencias olímpicas, se formó un equipo importante, que fue respaldado también desde Montevideo por la familia.
“Conformamos un equipo excepcional con Oscar Gadea, Diego Romero, Diego Massironi y mi hermana Andrea, que también compitió (en la Clase Láser Radial). Pero desde acá los consejos de Mariana (la otra hermana de Alejandro) fueron fundamentales, pero más que nada por el valor familiar que eso tuvo”, reconoció.
“Planificamos muy bien la última regata. Y, como dijo Oscar Gadea, en la competencia fuimos cocinando una torta. Y en la medal race salió esa torta, pero con la frutilla arriba”, dijo emocionado quien en esa regata definitoria, en la que se metió por primera vez, alcanzó el segundo puesto que a la postre le daría ese octavo lugar en la competencia olímpica de Láser, y le permitiría quedarse con el diploma olímpico.
Es verdad, no hubo medalla. Pero ese octavo puesto para el difícil deporte celeste, a esta altura vale oro.
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