Paysandú, Domingo 26 de Agosto de 2012

Hay que ser más serios

Opinion | 21 Ago Por cierto que si hay un común denominador para el controvertido proyecto de legalización de la marihuana este es precisamente el de la improvisación por el lado que se mire. Tras la rueda de ministros en que se lanzó la iniciativa, solo han surgido una vez tras otra “aclaraciones” sobre objetivos y alcances. Al principio se apuntó a dejar todo en manos del Estado y ni siquiera se avino a autorizar el autocultivo para los consumidores consuetudinarios, a la vez de establecerse igualmente un control sobre cuánto iba a consumir cada uno de los adictos a la supuesta droga blanda, incluso mencionándose por el mandatario en determinado momento que se debían entregar las colillas de los cigarrillos del cannabis a dependencias del Estado para ir controlando el consumo individual de la droga.
A partir de allí y de conocerse la oposición de la gran mayoría de la ciudadanía al proyecto, refrendada por prácticamente los mismos guarismos por todas las encuestadoras, Mujica adelantó que saldría a todo el país a tratar de convencer a la ciudadanía de que lo mejor que podía pasar para combatir el narcotráfico y eventualmente el consumo de marihuana es la legalización, porque así se desmantelarían los negocios del narcotráfico.
Está claro que estos elementos no han sido refrendados por ningún equipo técnico ni profesionales independientes, sino que estamos ante otra de las “genialidades” propias de la mente del presidente avaladas por sus directos colaboradores, apuntando a que mediante este análisis de boliche pueda decidirse en torno a los grandes temas del país, como el narcotráfico y la adicción a las drogas.
Se llegó a “proponer” –aunque se presentó casi como un hecho-- incluso que la marihuana se cultive en campos militares al norte del río Negro y que todos los controles estarían en manos del Estado, pero de todos estos manejos de ideas solo salió un proyecto de un único artículo, remitido el Parlamento, en el que se deja todas las decisiones –y por lo tanto, responsabilidades-- en manos de los legisladores, a efectos de que la mayoría oficialista encuentre algún acuerdo sobre los términos en que se va a instrumentar la idea. Pero en las últimas horas el presidente se ha encargado de darle un componente nuevo, que dará marcha atrás en esta tan discutida una propuesta.
Así, en una entrevista concedida al periodista internacional Andrés Oppenheimer, que se publicó el domingo en el diario El Nuevo Herald de Miami, el presidente José Mujica defendió su intención de que el Estado asuma el control y la regulación de la importación, adquisición, almacenamiento, comercialización y distribución de marihuana, con una salvedad: “Mujica, que hasta ahora no había aclarado si está a favor de que la empresa encargada de gerenciar su proyecto sea estatal o privada, dijo que ‘una empresa privada es la que va a vender’ la marihuana bajo estricto control gubernamental, tal como ocurre ahora con las ventas de bebidas alcohólicas”, señaló Oppenheimer.
El cambio de visión confirma que estamos ante otra gran improvisación y lo único seguro es que no hay nada más o menos firme, porque las ideas que flotan bien pronto se hunden, para surgir otras que aparecen más bien como un sondeo ante la opinión pública.
Sin embargo el presidente sigue en sus trece, quizás por falta de asesoramiento de quienes están todos los días frente a frente con el problema de las drogas, o de los equipos técnicos que tratan las adicciones, que son los que deberían tener una opinión más fundamentada para el abordaje de la problemática.
Es decir, que con todos estos elementos controvertidos arrojados sobre la mesa, en realidad no se tiene nada, solo una gran confusión, un manifiesto voluntarismo de que hay algo que se debe hacer pero no se sabe qué.
Pero más allá de las intenciones, está claro que el gobierno no puede basar sus políticas sobre ocurrencias de boliche, por lo que es de esperar que finalmente se encaren las cosas con la seriedad que una decisión de este tipo amerita y que antes de seguir tirando ideas incongruentes, se estudie en profundidad cada propuesta y se defiendan con argumentos técnicos y científicos, en lugar de corazonadas.


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