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Paysandú, Miércoles 29 de Agosto de 2012

Curiyú de 2,10 metros capturada por un pescador en Casa Blanca

Locales | 27 Ago Un pescador sanducero, que se trasladaba en su chalana a motor por el río Uruguay en la zona de Casa Blanca, algunos cientos de metros aguas arriba del Frigorífico Casa Blanca, se llevó un gran susto cuando una anaconda, serpiente constrictora de la familia de las boas, cayó dentro de su pequeña embarcación.
Ruben Etchart, quien habitualmente pesca en la zona de Casa Blanca, no estaba presente en la víspera cuando EL TELEGRAFO llegó al campamento de pescadores, a la vera del Uruguay. Sí estaba Oldemar Legorburu, descendiente vasco, que acurrucado al lado de un pequeño fuego esperaba que el agua de la pava hirviera para tomar mate, poco antes del mediodía.
“Ruben iba en la chalana a motor, moviéndose despacio por el río”, contó. “De pronto vio como un tronco flotando y se preparó para evadirlo. Su sorpresa fue enorme cuando miró hacia el otro extremo de la chalana y vio a una gran víbora dentro de la chalana. Las olas la habían arrojado adentro. No lo podía creer”, agregó.
Con los nervios del momento, Ruben tomó uno de los remos que siempre llevan los pescadores para el caso de tener problemas con el motor y a golpes la mató. Rápidamente volvió al campamento y pronto otros pescadores y vecinos de Casa Blanca se reunieron para apreciar la anaconda, de 2,10 metros de largo. De acuerdo a lo que pudo saberse, se trató de una anaconda amarilla o curiyú (Eunectes notaeus), una especie de anaconda, de la familia Boidae, nativa del centro de Sudamérica. Puede encontrarse en Bolivia, Paraguay, oeste de Brasil, nordeste de Argentina. Casi no se la aprecia en Uruguay. En 1995 apareció una en Bella Unión.
Es más pequeña que la más conocida anaconda verde (Eunectes murinus); habitualmente alcanza longitudes de entre 2,5 y 4 metros y un peso que puede superar los 40 kilos, siendo las hembras de mayor tamaño que los machos. “Yo le dejo la chalana y todo”, comentó Legorburu. Pero Ruben Etchart trajo la curiyú a la costa, le sacó la piel y mandó colocarla en una madera, para exhibirla en su casa en Paysandú. En tanto, colgada de un árbol, frente al campamento de pescadores, el cuerpo de la curiyú se descompone de manera natural.


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