Paysandú, Jueves 30 de Agosto de 2012
Opinion | 27 Ago Hasta no hace mucho, Paysandú era una comunidad segura. Los vecinos sacaban sus sillas a la vereda en verano; las puertas permanecían entornadas mientras la familia estaba levantada, los hurtos eran la principal preocupación y muchas veces el tendedero del fondo quedaba vacío por el olvido de retirar la ropa antes de ir a dormir.
Ladrones hubo siempre, hurtos y robos también. Pero el sanducero tenía una buena sensación de seguridad. Cualquiera podía caminar tranquilamente en la madrugada. Y los comerciantes podían tener sus puertas abiertas con confianza. Y nadie se preocupaba por cómo llevaba el bolso al caminar por la calle o conducir una moto. No había arrebatadores.
Pero todo ha cambiado. Cada vez más los sanduceros se llenan de rejas para mantener a raya a un número creciente de delincuentes que aparecen de pronto y en pocos segundos cambian la vida de cualquiera, apuntando con revólveres con carga viva. Todo por unos pocos pesos, lo que cualquier familia puede tener en su casa, o en la cartera que un arrebatador quita a --preferentemente-- personas de edad o con pocas posibilidades de defenderse.
Ahora comienzan a ponerse de moda los sistemas de seguridad con cámaras de video y seguimiento online a distancia. Todo sirve y todo parece poco para mantener a raya a infanto juveniles y adultos delincuentes que cada vez respetan menos la vida humana, que cada vez asaltan con más miedo, temor que los convierte en mortales “gatillo fácil”. Porque nada les importa, ni siquiera su propia vida. Muchísimo menos la vida ajena.
En estos días un delincuente se tiroteó con la Policía. Cosa extraña en una comunidad que no está acostumbrada a que en plena calle en cualquier momento empiecen a los tiros.
La preocupación de la sociedad es creciente y las medidas para contener la delincuencia y recuperar la seguridad no aparecen. Es que ineludiblemente, el Código Penal ha puesto en énfasis en los derechos de quienes cometen delitos (lo que es correcto) pero al mismo tiempo ha flexibilizado las penas. Por diferentes motivos, pero el principal económico. Hay pocas cárceles, así que cuanto más libertades se otorguen mejor. Cuesta mucho tener presos, así que también mejor dar libertades anticipadas. Y todo lo que se hace es aumentar la inseguridad de la población.
Si sale caro construir nuevas cárceles y mantener adentro por unos cuantos años a los delincuentes, pues es el precio más barato que la sociedad puede pagar. Y que pagaría con gusto, con tal de que las calles vuelvan a ser seguras. Mucho más caro es perder vidas inocentes. Eso, simplemente, es carísimo.
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