Paysandú, Jueves 30 de Agosto de 2012
Opinion | 29 Ago El Poder Ejecutivo anunció que remitirá al Parlamento en los próximos días un proyecto de ley para regularizar la comercialización de bebidas alcohólicas, teniendo en cuenta el enorme impacto que su consumo tiene en toda la población pero especialmente entre los adolescentes.
Es una buena, excelente medida. Sin dudas. Cada fin de semana, de acuerdo a la Junta Nacional de Drogas (JND) hay un adolescente intoxicado de cada tres. Y obviamente, hay muchos cuyos padres lo nos dejan salir de sus casas, por lo que el promedio entre aquellos que si salen es bastante mayor. Quizás uno a uno.
No obstante, combatir el consumo de alcohol entre menores no es cuestión de leyes -que bienvenidas sean- sino de controles. La misma JND sostiene que en el país hay un puesto de venta cada 100 habitantes y en lugares turísticos, se llega a tener un puesto de venta cada 36 habitantes.
Bienvenido el texto legal, bienvenidos las estructuras para recuperar a los jóvenes atrapados por el consumo de alcohol, pero hay que ir mucho más allá. En primer lugar, en Uruguay el consumo de bebidas con alcohol es libre en la vía pública. Eso es un suicidio de la sociedad y no ya de los jóvenes, que obviamente no son los únicos que consumen esas bebidas. Es irracional permitir eso.
En segundo lugar, hay que establecer estrictas reglas en la venta de bebidas con alcohol. No pueden ser vendidas libremente en cualquier lado ni convivir junto a las gaseosas. Es necesario establecer el otorgamiento de licencias anuales que habiliten la venta de alcohol, con estrictos controles y con un costo elevado.
Hoy por hoy cualquier kiosco, maxi kiosco o 24 Horas, puede (la mayoría lo hace) vender alcohol a cualquier hora a cualquier persona, menores incluidos, sin que nadie se dé por aludido.
En tercer lugar, prohibir la entrada a menores a bailes o centros nocturnos donde se venda alcohol. Hoy la reglamentación autoriza este tipo de eventos para adolescentes desde los 14 años, sin importar la hora, siempre y cuando haya “barras diferenciadas”. Es una mentira a gritos: los menores toman alcohol a la vista de todos, ya sea porque se les vende directamente o porque le piden a algún amigo mayor que compre por ellos.
Hay que empezar por ahí. Impedir el consumo en la vía publica y hacer cumplir la ley que prohíbe vender alcohol en la noche y madrugada, principalmente. Para eso no hay que inventar nada, las leyes están. Pero sí se necesita reestructurar los grupos de inspección, hoy casi inexistentes. Si no, por más leyes que se promulguen, sólo servirán para que la lista de infractores sea más larga.
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