Paysandú, Martes 04 de Septiembre de 2012
Locales | 29 Ago Víctor Carvallo, hijo de Matilde Algañaraz y Ermenegildo Carvallo, nació en 1912 en la primera sección judicial de Artigas. Pasó su primera infancia en Quaraí, Brasil, de donde era oriundo quien le enseñó a tocar el clarinete. Ese instrumento y su capacidad personal le permitieron no sólo integrar la Banda del Batallón de Infantería Nº8, a instancias del director Olinto Rúas, sino a dirigirla años más tarde, luego de los correspondientes cursos de perfeccionamiento.
Don Víctor estuvo casado con Rosa Ramírez con quien tuvo cuatro hijos, los que le han dado nietos, bisnietos y también tataranietos. Es evidente que en su centenario de vida, la simpleza de encontrarlo leyendo el ejemplar de EL TELEGRAFO, sin lentes y alumbrado apenas por una lamparilla de baja potencia, nos asombró. También su prodigiosa memoria para nombres, fechas, lugares y situaciones como la de su propia orquesta --formada aquí en Paysandú alrededor de 1950-- a la que llamó “Sandú Jazz”, integrada entre otros por el recordado músico y director orquestal, Lito Peralta.
Sobre su infancia nos comenta que “según me dijo mi padre, mis padrinos me llevaron a Quaraí como visita y allí sin quererlo estuve hasta los once años. Incluso fui a la escuela brasilera, hasta que mis padres me recogieron para volver a Artigas con ellos”. Admite que “desde siempre, la música fue mi gran pasión y cuando era niño agarraba un peine le ponía un papelito fino por encima y con la boca le sacaba sonido (algo muy común en épocas pasadas). En realidad tuve una inclinación nata por la música, pero en el Brasil, en el barrio en que vivían mis padrinos había muchos músicos. Mi familia tenía relaciones de amistad con un músico brasileño, Gabino Ocampo, que tocaba el clarinete y como vino a vivir a nuestra casa yo aprovechaba para tocar el instrumento, hasta que un día me dijo: ‘Mira, esta noche yo voy a pasar para Brasil y te voy a traer un clarinete viejo que tengo allí, para regalártelo’. Me trajo el clarinete y al otro día volvió a Brasil adentro y nunca más lo vimos”.
Paysandú en 1943
Don Víctor vino solo a Paysandú, “en setiembre de 1943 porque el maestro que estaba frente a la Banda Militar, me conocía de Artigas; Don Olinto Rúas que tiene una hija, hoy jubilada de maestra, la señora René Rúas de Mineto. El me mandó a buscar e inmediatamente vine, porque estaba en una zona muy pobre y aproveché esa oportunidad en el Batallón de Infantería Nº8. Llegué y ‘puerta adentro’ porque ya estaba la vacante para mí, así comencé mi tarea en la banda”.
“Al año de estar acá se produce una vacante de cabo en la Banda Militar y el maestro me propuso a mi, lo que acepé ya que era un ascenso. A los dos años surgió otra vacante para sargento y se formó una mesa que era encabezada por el Coronel José Fortunatto, y gané el lugar también. Algunos años después me llaman para un curso de Maestro de Banda Militar, en Montevideo; lo consulté con el maestro Rúas (como siempre lo hacía) porque me iba a llevar nueve meses. Me dijo: ‘Mire Carballo un grado nunca se puede desperdiciar, ¡vaya nomás!’ Él se quedó sin clarinetista pero fui a realizar el curso y ascendí a Sargento 1º”.
Agrega: “posteriormente me llamaron para un curso de Oficial de Banda Militar (grado equiparado al de alférez) y fui durante todo un año. Además de lo musical tenía que ir a la Escuela de Armas y Servicio porque la formación también incluía la parte militar”.
Tras estos pasos obligatorios que realizó dentro del escalafón militar, en el año 1959 se hizo cargo de la dirección de la Banda del Batallón de Infantería Nº8, por entonces en las calles Se-tembrino Pereda, Ituzaingó y 33 Orientales.
“Le puedo asegurar que recibí y di muchas satisfacciones, ya que tenía condiciones para cumplir y hacer cumplir (las disposiciones y el reglamento). Los superiores depositaban su confianza, lo que siempre es una satisfacción. Trabajé muy bien con la Banda ‘del 8’ y hasta me llevaron músicos para Salto porque se había formado la Banda de la Brigada de Ejército III; le digo que me consultaron si quería ir para allá y hacerme cargo, pero yo contesté que prefería quedarme en Paysandú, lo que fue una etapa dura porque se iban los músicos y yo tenía que estar ‘dándole’ a la formación musical todos los días”.
La “sandú jazz”
El 24 de agosto de 1950 en el Casino de Oficiales debutó con su primera orquesta, “Sandú Jazz”, una de cuyas fotografías nos muestra y que conformaban Figueroa, Espinoza, Abelardo Cachón, Luis Núñez, Santos Pereira, Marcelino Segovia, Agustín Silveira, “Tito” Caballero y Lito Peralta. “Al otro día tuvimos que tocar en el Club Paysandú, por lo que fue así como hice las dos primeras presentaciones con esta orquesta que tenía un repertorio muy amplio, tocábamos de todo. Logramos un cambio ya que por entonces la cosa en lo musical pasaba casi exclusivamente por el tango con ‘Tito’ Lemes con los bandoneones de Maidana, Soler y Caballero en el contrabajo, el ‘Chinito’ González, ‘Choché’ Pérez, Cora y otros”.
En uno de los recortes de EL TELEGRAFO, de aquellos años, se puede leer: “El conjunto musical ‘Sandú Jazz’ que prestará su invalorable concurso en esta extraordinaria reunión entre gente joven. Esta orquesta cultora de la cálida música brasileña, dirigida por el maestro Víctor Carvallo, contribuirá a dar alegría a este baile que será extraordinario”.
Recuerda que “los hermanos Zucchetti tenían su pizzería frente al Teatro Florencio Sánchez, pero en aquellos tiempos --mediante licitación-- también se hicieron cargo de la cantina del Paysandú Wanderers y me dijeron: ‘bueno, por cuatro años usted no se comprometa con nadie, ya que tocará en nuestro baile’. Era un compromiso verbal y yo lo cumplí, al igual que ellos”.
Reflexionando sobre su centenaria vida, con mucho pragmatismo, don Víctor Carvallo confiesa: “Le voy a decir una cosa, ‘méritos’ para vivir esta cantidad de años yo no hice ninguno. Ya ve usted que en mi condición de músico, he ‘soplado’ por todos lados, tocando y tocando porque acá no hubo ninguna institución deportiva o social en la que yo no estuviese metido, ¡qué le parece! ¡No hice ningún mérito para vivir estos cien años!”
Nos extiende la mano en son de saludo y nos aclara, “cuando guste continuaremos conversando, acá usted me encontrará bajo la vigilancia de mi hija que trabaja en Comepa o de la nieta a quien hoy le pedí que viniera. Eso sí, para charlar hay cualquier cantidad de temas, ¡creámelo!”
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