Paysandú, Jueves 06 de Septiembre de 2012
Opinion | 01 Sep Hace pocos días fueron presentados en el Centro Universitario de Paysandú los resultados de una investigación sociológica sobre facilitadores y obstáculos para la radicación de médicos en el Interior, la que es financiada por la Agencia Nacional de Innovación e Investigación (ANII), con la intención de desentrañar los factores que inciden para que los profesionales de esta área sean reticentes a encarar su tarea profesional en zonas no urbanizadas.
No es un secreto para nadie que Montevideo obra como un poderoso imán para profesionales recién recibidos, que tras realizar una carrera en la Universidad de la República en la capital, tienden a radicarse en Montevideo. Allí se les abre un amplio campo en su tarea profesional, incluso desde antes de obtener el título, de forma que obtienen experiencia laboral al tiempo que se van haciendo un currículum, que a su vez crea una relación con el medio que de volver al Interior, deberá forjarse desde cero.
No sorprende entonces que por ejemplo, todos los institutos de medicina altamente especializada (IMAE) estén instalados en Montevideo, donde además reside prácticamente el setenta por ciento de los médicos del Uruguay, para atender al 40 por ciento de la población, en tanto del restante treinta por ciento la mayoría ejerce en capitales departamentales y localidades urbanas, por lo que solo una mínima parte se radica en áreas rurales o pequeñas localidades.
Esta realidad hace que el interior profundo, sobre todo, sufra grandes carencias en cuanto a servicios sanitarios, a veces aún en los más elementales, y que la lejanía con hospitales u otros centros de salud afecten seriamente su calidad de vida.
En el caso de la investigación promovida por el ANII a que nos referíamos, los sociólogos Rodolfo Levin y Alejandra Toledo enumeraron una serie de elementos que en este estudio identificaron como los que más influyen en esta problemática, por lo que mencionaron la centralización de las actividades académicas, las condiciones de trabajo y la percepción que los médicos tienen de lo que significa trabajar en el interior del país.
Toledo expuso que “los obstáculos surgen de la investigación, a través de la conformación de 18 grupos de discusión, que es la técnica utilizada para el relevamiento de la información.
De ese total ocho fueron integrados por médicos generales, medicina familiar y comunitaria, ginecología y pediatría. En particular, tres grupos eran de Montevideo y cinco del Interior, uno de los cuales se instaló en Paysandú”. Evaluó asimismo que hay percepciones diferentes entre los profesionales capitalinos y los del Interior, pero que entre otros aspectos se ha identificado que “algunos de los obstáculos” detectados “tienen que ver con la centralidad que tienen las actividades académicas y la formación de pregrado o de posgrado en Montevideo.
Así emergen aspectos vinculados a las condiciones de trabajo y la percepción de lo que implica trabajar en el interior del país”, donde los médicos identifican condiciones de trabajo heterogéneas.
Otro elemento aportado en este estudio indica que el hecho de trabajar en localidades pequeñas indica que se tienen horarios de trabajo de 24 horas, es decir que la tarea no culmina con el cierre de la policlínica, debido a que se trata de la única posibilidad que tiene el vecino de las áreas rurales cuando requiere atención de urgencia y no tiene otras puertas para golpear.
Estamos ante un escenario muy complejo, de elementos de juicio controvertidos, pero no se trata de un planteo nuevo, sino que se arrastra desde el fondo de los tiempos, y forma parte de las carencias que se traducen en una sumatoria de dificultades que hacen que los residentes del interior profundo sigan emigrando hacia las ciudades. Lamentablemente, pese a ser un tema tan añejo, todavía se está trabajando en los diagnósticos, desde que por ejemplo este informe será trasladado a la ANII en un mes, luego de reuniones con el decano de la Facultad de Medicina y el ministro de Salud Pública para que sirva de insumo para los actores involucrados en la toma de decisiones, lo que indica que el gobierno nacional, el Ministerio de Salud Pública y la propia Universidad no le han encontrado todavía la vuelta a una problemática que sigue presentando un déficit acuciante, mientras los sufridos habitantes del interior profundo siguen esperando las respuestas tantas veces anunciadas.
Y sin embargo, más allá de los diagnósticos, es claro que sólo hay dos caminos posibles para salir de esta encrucijada: o se hace atractivo para los jóvenes egresados trabajar en las zonas rurales –probablemente a través de un salario especial muy jugoso, e incluso con beneficios extra como una buena vivienda y hasta quizás, un vehículo para trasladarse--, o se vuelve un servicio que obligatoriamente deberán cumplir quienes realizan la carrera –gratis—en la Universidad de la República. ¿Habrá que esperar tanto para darse cuenta?
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