Paysandú, Viernes 07 de Septiembre de 2012
Opinion | 03 Sep De a poco el gobierno argentino va cerrando un “corralito” en torno a sus ciudadanos en lo que refiere a la posibilidad de sacar dólares al exterior, y un día sí y otro también nos encontramos con nuevas medidas que agregan restricciones en procura de desestimular cualquier práctica que signifique sacar divisas del país. Al menos en este sentido, debemos estar tranquilos que el objetivo no es perjudicar a Uruguay, sino que nos vemos tocados por resoluciones generales de alto impacto en nuestro país.
Ocurre que cuando Argentina estornuda nosotros nos engripamos, y es así que la notoria dependencia del turismo esteño de los visitantes argentinos hace que la próxima temporada no se vea tan próspera como las inmediatas anteriores, al punto que entre los operadores cunde la percepción de que podrían estar muy satisfechos si lograran salvar la ropa.
El gran problema, que no es de ahora, es la gran imprevisibilidad del gobierno de Cristina Fernández, en línea con lo que fue el de su difunto marido Néstor Kirchner.
Según anunció en las últimas horas la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), los argentinos que utilicen sus tarjetas de crédito en el exterior tendrán que pagar un adicional del quince por ciento de todo lo que gasten. Según el titular de ese organismo, Ricardo Etchegaray, la medida apunta a asegurar el pago de impuestos a los contribuyentes de alto poder adquisitivo, pero también admitió que se hace para desalentar los crecientes consumos con tarjetas de argentinos en el exterior.
Naturalmente, la idea central es que los argentinos efectúen sus compras dentro de fronteras y que vacacionen en su país, como así también se apunta a que la industria argentina trabaje para sustituir con productos propios los bienes que antes se importaban, lo que se hace limitando seriamente las cuotas de importación y las licencias correspondientes, pasando por arriba de cualquier acuerdo internacional firmado por Argentina incluyendo al Mercosur, donde el mayor perjudicado es, precisamente, Uruguay.
Por supuesto, los sacudones provocados por las medidas de Buenos Aires no solo están perturbando el sueño de los industriales de nuestro país, sino también ahora de los operadores turísticos, en tanto el presidente José Mujica ha reafirmado que deben tomarse las cosas con calma y buscar el mejor relacionamiento posible para superar las dificultades, que igualmente van en aumento porque desde la otra orilla se está apostando al todo o nada.
Las medidas administrativas para acceder a dólares y desalentar el uso de tarjetas de crédito por supuesto también complican la vida a los argentinos como asimismo a los operadores de nuestra orilla, porque nunca se sabe con qué novedad se van a ver sorprendidos en cada amanecer, y resulta imposible establecer cualquier proyección de trabajo en estas condiciones.
El punto es que por más gestiones que se hagan, en el Palacio de Olivos siguen ciegos y sordos a otra cosa que no sea parar la fuga de capitales, aunque los argentinos igualmente se las ingenian para sacar su dinero de la forma que sea, y es así que en agosto movieron al exterior no menos de 3.800 millones de dólares, lo que sumó una salida de 22.000 millones en lo que va de 2012.
Argentina necesita dólares, y la consigna es obtenerlos –y mantenerlos-- como sea, porque no es poca cosa cerrar un país, aún en el caso de una política económica tan intrincada e irracional como la que lleva adelante el gobierno de Cristina Fernández, quien no la inventó, aunque sí potenció la apuesta para sostener el andamiaje de subsidios internos que ya no está en condiciones de afrontar.
El resultado es esta serie de medidas ultraproteccionistas, con un “cepo” para todo lo que venga del exterior, que puede resultar positivo para alcanzar los objetivos de los gobernantes argentinos en el corto plazo, pero en el largo plazo sólo auguran mayores dificultades. Lamentablemente los problemas de ellos son los dolores de cabeza nuestros, y habrá que estar preparados para cualquier cosa que pueda pasar con nuestros socios comerciales. Incluso quizás, analizar los pro y los contra de continuar en el Mercosur, y como sugiere el economista de CPA Ferrer, Gabriel Oddone, “pensar cada vez más con cabeza propia, que probablemente suponga en algún momento el abandono de la región”.
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