Paysandú, Sábado 08 de Septiembre de 2012
Opinion | 03 Sep Las ciudades, como las personas, de alguna forma se acostumbran a perder lugares, sitios esenciales, distintivos. Paysandú también sabe de pérdidas. Aun se recuerda la fuente de plaza Constitución. También los cines Club Paysandú y Glucksmann Palace. Y muchos bares de muchas esquinas, que las películas en video, la televisión por cable y un estilo de vida con menos tiempo para disfrutar, fue cerrando sin piedad.
Y los sitios van pasando, quedando únicamente en la memoria de quienes los disfrutaron, hasta que alguna vez pasan a los libros de historia. Y allí se quedan, por aquello que renovarse es vivir.
Pero, hay algunos que despiertan de su letargo, y en una noche no tan cualquiera recuperan sus luces, voces, risas y brindis. El viernes pasado, dentro del ciclo Boliches en Agosto, el tradicional bar “de los Ogara” le hizo un dribbling a la historia y volvió a ser ese reino de poetas, soñadores, enamorados y desamorados. Volvió a ser el lugar adonde reencontrar amigos, compartir copas y charla. Y tararear canciones hoy ya de todos, se afine o no.
El grupo Imaginateatro presentó un proyecto y fue seleccionado, por lo que el Bar París, en su esquina de siempre, ya sin la Onda, volvió a ser el centro de la ciudad. Y fue todo un éxito. Aunque por una noche.
Quizás esa experiencia demuestre que hay sitios que no merecen dejar de acompasar el diario vivir de la ciudad. Más allá de la atracción de la televisión la bohemia sobrevive, y necesita su lugar. Si solo se trata de vivir, como cuenta la canción de Litto Nebbia, se trata de hacerlo sin perder esos espacios que nos identifican a nosotros tanto como a generaciones anteriores.
Si una convocatoria fue suficiente para volver a darle vida al bar “de los Ogara” --que obviamente se toma como ejemplo, porque hay varios otros lugares similares que merecen igual consideración--, por qué no recuperar ese espacio, como otros de la ciudad. Es tiempo de que los sanduceros recuperemos aquellas cosas que fueron y ya no son, no solamente fábricas e industrias, sino también lugares donde era sencillo encontrarse y compartir.
A modo de ejemplo, cuando llega el Presupuesto Participativo, no se presentan proyectos para recuperar un teatro o un bar, lugares donde somos realmente sociedad. Pues quizás sea tiempo de pensar en volver a alumbrar la noche, al menos alguna noche de la semana, y volver a soñar que podemos transformar al mundo y que los amigos son mejores amigos compartiendo una copa. Y que no importe que nos llamen los mareados.
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