Paysandú, Jueves 13 de Septiembre de 2012

La realidad manda en la economía

Opinion | 11 Sep El escenario de varios países europeos ha cambiado sustancialmente a partir de la crisis que vive el viejo continente desde 2008, ya que las medidas aplicadas sucesivamente para tratar de paliar el complicado panorama socioeconómico han arrojado nulo o escaso resultado.
Indudablemente, una de las consecuencias políticas ha sido la caída de gobiernos que al entender de los ciudadanos han sido total o parcialmente responsables de la crisis, con un fuerte voto castigo que determinó que en el caso de España, por ejemplo, el gobierno socialista recibiera un aluvión de votos en contra que favorecieron a la oposición. A la inversa, en Francia, el gobierno de Nicolas Sarkozy fue derrotado por el socialista Francois Hollande, en tanto situaciones similares se han registrado en otros países donde los respectivos partidos gobernantes no han sido merecederos de la confianza ciudadana expresada a través del voto.
En el caso de España, con un desempleo de cerca del 25 por ciento –casi uno de cada cuatro españoles está desempleado— la crisis realmente ha golpeado fuerte, pero en todos los casos, en tren de comparaciones, ni siquiera se ha acercado al grado en que se ha llegado en escenarios de este tipo por ejemplo en América Latina. Aquí no hay generosos planes estatales de asistencia que aseguran por largo tiempo el pago mensual a los afectados de una suma no menor a los mil euros, lo que hace que --medidos en calidad de vida-- los períodos de bonanza en el Tercer Mundo ni siquiera se acercan al nivel de vida que determinan las crisis en el viejo mundo.
En Francia, el gobierno de Hollande llegó al poder con el compromiso de lograr un crecimiento anual no menor al 1,2 por ciento, y a la vez se opuso a la “recomendación” de la Unión Europea de contener el gasto público, establecer una política de austeridad y recomponer lentamente la economía mediante un sinceramiento en las cuentas en base a las posibilidades de cada país.
Incluso Hollande salió al paso de estas políticas y dijo que promovería salir de la crisis con crecimiento, es decir invirtiendo más y reciclando más dinero mediante una especie de círculo virtuoso que rompería con los esquemas vigentes hasta ahora, aunque nunca dio mayores explicaciones. Sin embargo, en las últimas horas el jefe de Estado advirtió a sus conciudadanos que deberán atravesar “un sacrificio sin precedentes” en la historia del país y reclamó “paciencia” para cumplir con sus promesas.
Hollande presentó medidas que pretenden recaudar unos 33.000 millones de euros (unos U$S 40.000 millones). El programa a dos años es una “agenda para recuperar el país, el empleo, la competitividad y construir una sociedad más solidaria”, precisó el mandatario. Se trata del mayor reajuste en tres décadas.
Es así que durante 2013 los impuestos aumentarán, aproximadamente, 10.000 millones de euros “a cargo de las familias” y otros 10.000 millones “a cargo de las empresas”. “Pediremos 10.000 millones especialmente a los más pudientes”, afirmó Hollande a través de un discurso transmitido por televisión.
La recaudación del impuesto apuntará “a una tasa excepcional” para las familias sobre sus ganancias y un “alineamiento” del impuesto sobre los réditos financieros con el gravamen que pagan hoy los trabajadores franceses.
Los otros 10.000 millones restantes provendrán de los recortes de gastos del propio Estado francés, excepto los de la educación y la seguridad, lo que indica que salvo estos aspectos prioritarios para el gobierno, habrá reducción de aportes en un marco de austeridad que está lejos de lo que había manifestado en su momento el mandatario. Esta corrección en las políticas indica evidentemente un sinceramiento respecto al escenario francés y de Europa en general, a la vez de disiparse la perspectiva de que Hollande pretendiera la recuperación arrojando más nafta al fuego, es decir con más gasto público desfinanciado, como se hizo en años anteriores sobre todo en países como España, Italia y Grecia, y que solo potenciaron la crisis.
Así, el mandatario galo anticipó que espera “un crecimiento del 0,8% del PIB en 2013”, después de haber mencionado un índice “apenas superior a cero” para 2012, cuando había prometido no menos de un 1,2 por ciento.
“No deseamos que se pueda imaginar que el Estado prepara un presupuesto con hipótesis que revelaron falsas”, enfatizó Hollande y prometió que durante 2013 “no gastaré un euro de más con relación a 2012”.
Es decir que, como suele ocurrir, la realidad puede más que todas las fantasías que se tejen sobre lo que se debería hacer y, más allá de los discursos demagógicos que suelen distorsionar las campañas electorales, los gobiernos --ya sea de izquierda como de derecha-- deben ajustarse a las leyes de la economía y en resumen deberían centrarse en que nunca hay que gastar más de lo que se tiene, acotar los gastos del Estado a lo estrictamente imprescindible y actuar como dinamizador de la economía, facilitando la inversión privada y la creación de empleos genuinos, en lugar de los voluntarismos que solo traen más problemas y pobreza.


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