Paysandú, Viernes 21 de Septiembre de 2012
Locales | 16 Sep Entre hoy, domingo por la noche, y la caída del sol del día martes, el pueblo judío celebra su Rosh Hashaná, es decir, el fin del año 5772 y comienzo del 5773, según su propio calendario luni-solar que comienza a partir de la creación del mundo relatada en el Génesis.
Así, durante dos noches en la diáspora, y una sola en Israel, las familias judías se reunirán en torno a una mesa festiva para recordar la obra creacionista que culminó con su punto cumbre: el hombre.
No obstante, su importancia no radica únicamente en la conmemoración, ya que también incorpora el aspecto proyectivo; varias de las tradiciones más relevantes de la festividad se abocan a ello. Los alimentos más representativos de la mesa festiva son la manzana con miel y la jalá agulá, es decir, el pan trenzado típico de todo día sabático pero de forma redondeada. En este sentido, tanto la manzana como el pan trenzado redondo, son símbolos de lo cíclico, del ascenso espiritual, de la conexión entre las acciones de la vida, de una terminación y un inicio que son contiguos.
Y ello es así porque tan solo diez días luego que finalice Rosh Hashaná (período que se conoce como los “Diez Días de Arrepentimiento”), llega la instancia de mayor sacralidad para la tradición judía: Yom Kipur o “Día de la Expiación”. Es que, según la creencia mosaica, entre una y otra conmemoración se deciden los destinos de los hombres, que pueden ser inscriptos –de acuerdo a sus acciones a lo largo del año anterior– en el “Libro de la Vida” o en el “Libro de la Muerte”. Históricamente, durante la existencia de los Templos de Jerusalén, Yom Kipur fue el único día del año en que el Sumo Sacerdote –y solo él– ingresaba al Sancta Sanctórum, recinto que custodiaba el Arca de la Alianza.
Para anunciar el veredicto divino es que se incorpora el toque del Shofar (cuerno de carnero), otro de los preceptos centrales para Rosh Hashaná, que se incorporó también como tradición para Yom Kipur. Con sus cuatro sonidos, el Shofar convoca al pueblo judío a profundizar su proceso de reflexión, y a recordar el sacrificio que Abraham estuvo dispuesto a realizar a su hijo Itzjak, finalmente sustituido con un carnero.
Este corte en la rutina, este llamado al perdón, que debe provenir del prójimo para poder ser válido, se profundiza con el mandato característico del ayuno ritual. El calendario judío únicamente contempla dos días de ayuno completo, éste (décimo día del mes hebreo de Tishrei) y el nueve del mes de Av, fecha en la que coinciden diversas desdichas que se sucedieron en la historia judía.
En vísperas de estas fechas de celebración y conmemoración, de reunión familiar e introspección, enviamos a la colectividad judía sanducera nuestro más sincero Shaná Tová Umetuká, ¡Feliz y dulce año nuevo!; y Gmar Jatimá Tová, ¡Que sean inscriptos en el libro de la vida!
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