Paysandú, Viernes 21 de Septiembre de 2012
Opinion | 17 Sep El notorio decaimiento de la enseñanza, pese a las supuestas cifras positivas que dio a conocer en reciente interpelación el ministro de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, no puede sorprender a esta altura a nadie que tenga más o menos algún conocimiento de la situación del país en esta área, para lo que se han conjugado una serie de factores desde hace muchos años.
Tampoco es ninguna noticia que la enseñanza es un viejo reducto de la izquierda, que ha dominado los gremios de docentes y funcionarios y que mediante la Ley de Educación que se aprobó durante la Administración Vázquez se les otorgó más poder a través de los representantes de los sindicatos en los organismos rectores del sector.
Por supuesto, los delegados sindicales defienden sus intereses a capa y espada en estos ámbitos, donde deberían dilucidarse los temas en función del interés general, y ello explica la gran traba existente para encarar reformas en el sistema educativo, desde que a motivaciones ideológicas se agregan planteos que tratan de evitar cualquier innovación que pudiera de alguna forma tangencial afectar salarios y condiciones de trabajo.
Una de las denunciantes de los graves problemas en Secundaria, por el déficit en la formación de docentes pero también por la pérdida de valores y motivación en buena parte del estudiantado, ha sido la directora del Liceo Bauzá, Graciela Bianchi, militante desde siempre en el sector Asamblea Uruguay, del Frente Amplio.
La docente, en recientes declaraciones a El País, ratificó que se jubila a fin de año y que el viernes “detonó” su “indignación” una movilización de los estudiantes en la que --según afirmó-- más del 80 por ciento de los jóvenes que participaron no concurre al liceo. Señaló que el Partido Comunista está detrás de las protestas y que está utilizando a los estudiantes porque los gremios docentes no tienen fuerza suficiente.
“Cada vez ratifico más que me tengo que ir, porque cada vez es más difícil trabajar con esta desinstitucionalización con la que estamos conviviendo”, dijo, y explicó que “los estudiantes tenían prevista una sentada frente al liceo porque no querían que se sacara el turno vespertino --que no se va a sacar-- y por un tema relacionado a las faltas. Está bien que se movilicen. Pero después nos encontramos con que más del 80 por ciento de los manifestantes no concurre al liceo y estaba el hijo de Pedro Balbi (el dirigente histórico del sindicato de profesores y militante del Partido Comunista). Ese chico hace cuatro o cinco años que se inscribe en el liceo y no cursa nada. Entonces, ya empezaron como antes los grupos políticos que tienen más cargos que votos a utilizar a los estudiantes para boicotear las innovaciones educativas. Yo no puedo prohibir a mis alumnos que tengan actividad gremial. Al contrario, la estimulo. Pero a mis alumnos, no a los de afuera”.
“Vinieron a la protesta muchachos de tercera y cuarta generación del nocturno que nunca más vinieron. Eso es lo que no admito. Además, hace dos meses que estoy aguantando un cartel en mi contra frente al liceo, firmado por las brigadas de la juventud comunista. Yo esta película ya la vi”, reflexionó.
Lamentablemente, esta película ya la hemos visto muchos uruguayos, pero sobre todo a partir de las décadas de 1960 y 1970, con activistas estudiantiles que se han aprovechado de cursos a los que no iban casi nunca, entraban cuando querían y se dedicaban a arengar y organizar a los estudiantes poniendo como paradigma la revolución cubana. De la misma forma actuaban en el ámbito docente, dominando las asambleas por cansancio y así, como también hacen hoy, logran que minorías puedan imponer sus decisiones a la mayoría que estaba en otra cosa, pretendiendo estudiar o enseñar.
La profesora Graciela Bianchi no ha descubierto nada, sino que este escenario ha afectado la enseñanza durante décadas y lo único que ha cambiado es que las cosas se han acentuado con la izquierda en el poder, cuando se suponía que iba a traer las supuestas soluciones que estos sindicatos estaban promoviendo desde hace rato, porque hay un conflicto de objetivos manifiesto, cuando los gremios creían que el nuevo gobierno iba a hacer suyas las reivindicaciones.
Pero desde el ejercicio del poder las cosas cambian, porque por mayores simpatías que se tengan desde el punto de vista ideológico, se debe velar por el interés general, sobre todo por los miles y miles de estudiantes de escasos recursos que concurren a los centros docentes del Estado y se encuentran con que activistas radicalizados se mueven a través de consignas y eslóganes que van al todo o nada, agravando el escenario de una educación ya de por sí muy desvalorizada y desactualizada.
Y mientras quienes así actúan puedan seguir moviéndose libremente, como pez en el agua, ante la tolerancia o la aquiescencia de quienes deberían velar por la calidad de la enseñanza, poco y nada bueno podemos esperar en el futuro inmediato, porque seguirá la pérdida de valores, la deserción y la formación de jóvenes cada vez con menos conocimientos, mientras se bajan las exigencias para mejorar las cifras de promoción, como si las estadísticas fueran lo realmente importante.
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