Paysandú, Lunes 24 de Septiembre de 2012
Opinion | 24 Sep Aquellos tiempos de romanticismo parecen haber quedado atrás. Aquellos tiempos en que las madres inculcaban a sus hijas que su mayor misión en la vida era encontrar “un buen partido” también. Y especialmente aquellos tiempos en que el hombre dominaba en el hogar y fuera de él, parecen ya de museo.
Es que el avance de la mujer en la sociedad, ocupando cada vez más lugares clave, es no solamente inocultable, es imparable. Esto motiva cambios claves en la sociedad, por los objetivos que tienen las mujeres y por como estos detonan en su vida y en la de los demás, incluidos los hombres.
En Estados Unidos, por ejemplo, un país donde todavía millones confían en la Universidad como un trampolín a buenas oportunidades laborales y buenos niveles de vida, crece sin pausa la hookup culture, o cultura del enganche, que es como se denomina a la cultura de las relaciones pasajeras, múltiples y sin ningún elemento afectivo entre jóvenes.
Hasta ahora, siempre se vio a las mujeres como las víctimas en esta tendencia. Sin embargo, en “The end of men” (El final de los hombres), la periodista nacida en Israel y criada y formada en Estados Unidos Hannah Rosin argumenta lo contrario.
“El progreso del feminismo --escribe la autora-- hoy depende en gran medida de la cultura del hookup. En un grado sorprendente, son las mujeres y no los hombres los que están perpetuando esta cultura, especialmente mientras estudian. Una chica en la universidad hoy considera a una relación seria de la misma manera que un embarazo accidental se consideraba en el siglo XIX: un peligro a ser evitado para que no arruine un futuro promisorio”.
Rosin señala que esto se explica por la economía actual, en que a muchas mujeres de clase media les va mejor que a los hombres en el mercado laboral. Esto va a ser cada vez más marcado, y las estudiantes saben que un hombre en su vida probablemente sea alguien con quien cargar, al menos económicamente.
Podría argumentarse, si bien es un poco cínico, que en Estados Unidos eso puede justificarse. Lo malo que esa misma cultura del enganche pasajero, quizás sin ponerle nombre, se aprecia con claridad en la sociedad uruguaya, donde hombres y mujeres juegan a enamorarse sin comprometerse. Ese juego definido por la argentina Moria Casán como touch and go, resulta perjudicial porque compromete las bases de la sociedad y --en el caso de Uruguay-- manda al fondo la natalidad. Un elemento clave para el desarrollo del país. Porque somos demasiado pocos, producimos poco, consumimos poco, y no encontramos caminos de progreso. El enganche, en todo caso, debería ser con el crecimiento de todos, el del país.
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