Paysandú, Jueves 27 de Septiembre de 2012
Opinion | 21 Sep Más allá de la reforma educativa, de las acusaciones de la oposición sobre el incumplimiento del pacto educativo y la defensa del Ejecutivo indicando que ha sido al revés y que lo han dejado solo, reviste más importancia qué harán los jóvenes ante la oferta educativa.
Existe aún la percepción estilo “m’hijo el dotor”, que señala que las carreras históricas son las que aseguran un buen pasar y prestigio en la comunidad. El antiguo concepto de estudiar y colocar una placa dorada en la entrada del hogar paterno es, en muchas familias, un ideal.
Pero ciertamente el mundo no es el mismo que hace no ya un siglo, sino apenas 20 años. Por entonces dominaba la “Era de la información” y para esa generación obtener una licenciatura en una universidad de prestigio constituía un sólido pilar para edificar una carrera de éxito. Si se acompañaba de unas buenas notas y de un curso de posgrado, el triunfo estaba asegurado. Un paquete de estudios así diseñado, permitía adquirir las capacidades necesarias para un desempeño sobresaliente en esos tiempos.
Actualmente, varios especialistas, como Daniel Pink, ex asesor del entonces vicepresidente Al Gore, sostienen que vivimos en la “Era Conceptual”, basada en nuevas capacidades, fundamentalmente en la creatividad, la empatía y la visión global. El problema es que todo el sistema educativo está construido sobre la creencia de que son menos valiosas que las capacidades tradicionales y que o son innatas o se adquieren y potencian fuera de las aulas.
Cada vez el mercado de demanda laboral apunta a individuos multitarea, aquellos con varias capacidades, que puedan adaptarse también a las cambiantes necesidades industriales y empresariales. Eso lleva a que no pocas carreras van quedando por el camino, mientras otras se valorizan. Hoy, tener un título de licenciado no es realmente una garantía de buen pasar y brillo social.
Imperiosamente, hay que evitar que los jóvenes entren en la carrera de la rata. De procedencia anglosajona (the rat race), el término se refiere a los roedores que en los laboratorios corren por la cara interior de una rueda en la que están atrapados. Esta carrera hacia ninguna parte simboliza los esfuerzos realizados que no obtienen recompensa alguna. Y es que no todo se reduce a conseguir un título universitario o de posgrado. El mundo cambia a una velocidad difícil de mantener para los humanos. Y las demandas para acceder al mercado laboral también. La lucha continúa.
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