Paysandú, Lunes 01 de Octubre de 2012
Opinion | 30 Sep En un nuevo acto de vandalismo ocurrido en la ciudad, inadaptados pintaron con aerosol leyendas en muros, bancos, portabanderas y el propio Obelisco, ubicado en la intersección de la avenida Salto y Entre Ríos, inaugurado en 1961, en ocasión del sesquicentenario del desembarco de José Gervasio Artigas en las playas sanduceras para sumarse a la revolución oriental que luego lo tendría por primerísima figura.
¡Qué lejos aquel impulso que comenzó a gestarse, no sin polémica, a mediados de la década del 30 del siglo pasado para que nuestra ciudad tuviera un obelisco, del oscuro amanecer de esta semana en que el monumento apareció lleno de inscripciones de todo tipo que llegan hasta donde puede alcanzar la mano de una persona de pie!
Las inscripciones realizadas refieren a los 121 años del Club Atlético Peñarol, como si se hubiera tratado de un festejo de hinchas que, haciendo gala de una de las peores actitudes de una persona hacia el espacio público de la ciudad, estropearon la estructura.
No es la primera vez que monumentos y objetos de espacios públicos --que por tanto nos pertenecen a todos-- son dañados, mutilados o hurtados en Paysandú. De vez en cuando reaparece la conducta vandálica, una expresión de nuestras sociedades que atenta directamente contra valores como la ciudadanía y democracia puesto que representa una apropiación soberbia y totalitaria de objetos y espacios de uso común de sus conciudadanos.
El hurto del Monumento a la Madre desde su ubicación original en avenida Debali, del busto a Gabino Ezeiza desde plaza Artigas, la destrucción de fuentes y bancos en avenida España, destrucción de papeleras y jardines o “pintadas” en distintos lugares públicos son algunos de los hechos de estas características que se han registrado en los últimos años en Paysandú.
No será fácil borrar las inscripciones hechas en el Obelisco por hinchas de los que seguramente ningún jugador o dirigente de ningún club de fútbol estaría orgulloso de tener. Seguramente tampoco es imposible, pero esto no tendría por qué haber sucedido, y además, siempre que se hace una limpieza de este tipo la construcción se deteriora irremediablemente. Aunque estas afrentas generalmente quedan sin sanción porque no es fácil ubicar a sus autores, así como se considera una falta menor en la mayoría de los casos, igualmente debería realizarse un esfuerzo por su identificación y hacerlos pasibles de la sanción mínima de limpiar lo que han ensuciado.
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