Paysandú, Viernes 05 de Octubre de 2012
Opinion | 28 Sep El lunes el Banco de la República (BROU) dio a conocer el llamado a licitación para la construcción del nuevo edificio de la institución, en Montevideo, a un costo estimado en los cincuenta millones de dólares, y se espera que sobre fines de diciembre de este año se abrirán los sobres con las respectivas ofertas para iniciar el correspondiente proceso adjudicatorio de la obra.
No se trata de una iniciativa novedosa, en realidad, desde que durante la administración del ex presidente Tabaré Vázquez el actual presidente del BROU, Fernando Calloia, ya había propuesto llevar adelante esta obra, pero la idea no fue compartida por el entonces mandatario y la iniciativa quedó en el congelador hasta ahora, cuando fue reflotada.
Así, Calloia y el Directorio del banco oficial han resuelto reimpulsar la idea y han encontrado el visto bueno del presidente José Mujica, al punto que ya está en marcha el llamado a licitación y se estima que estaría terminado en unos dos años.
La sola mención de una torre del BROU nos retrotrae a la época en que también contra viento y marea, durante el segundo mandato de Julio María Sanguinetti, se construyó la Torre de las Telecomunicaciones de Antel, a un costo de unos ciento cincuenta millones de dólares, con el mismo sesgo centralista, faraónico y burocrático que la que se pretende construir ahora por el Banco de la República.
Se trata de fondos públicos, es decir del dinero que sale de los bolsillos de todos los uruguayos, para enriquecer el acervo edilicio de Montevideo y seguramente para que algún jerarca deje la huella de su paso por dependencias del Estado con una construcción de hierro y cemento como testimonio de su “contribución” al engrandecimiento de tal o cual institución, cualquiera sea el costo que insuma.
La Torre de Antel, como lo señalamos en su momento, no implicó ninguna mejora en el servicio del ente, como seguramente tampoco lo va a significar el nuevo edificio del BROU, pero sí un mejor pasar de la burocracia y el “lucimiento” de la institución en cuanto a patrimonio edilicio, aunque sea a costa de fondos que debería invertir –suponemos-- en su gestión en apoyo a sectores productivos a tasas de interés más reducidas para reciclar recursos en el tramado socioeconómico.
Lamentablemente, el centralismo nos tiene acostumbrados a estos delirios de grandeza, sobre todo de aquellos que no suelen ver más allá del Santa Lucía y solo miran hacia la bahía, como si fuera el ombligo del mundo. Así, no está muy lejos en el tiempo el frustrado proyecto del puente Colonia - Buenos Aires, un viejo sueño de los gobiernos centralistas enclavados en Montevideo y que tuvo su último impulso durante el período de gobierno de Jorge Batlle, pero que fue felizmente enterrado –esperamos que definitivamente-- durante el de Tabaré Vázquez.
Catalogada desde la oposición como la “torre progresista”, un proyecto de estas características se asimila a la construcción del nuevo auditorio del Sodre, un organismo supuestamente nacional que sin embargo solo sirve para Montevideo, donde tiene el cien por ciento de su infraestructura. Este auditorio demandó una inversión total no menor a los sesenta millones de dólares en sucesivos gobiernos, de acuerdo a las estimaciones, pero a este complejo seguramente no lo va a conocer jamás el 99 por ciento de los ciudadanos del Interior, pese a que han contribuido a financiarlo con el pago de sus impuestos sin ser consultados al respecto.
Por cierto, con los cincuenta millones de dólares de la torre del BROU se podrían construir casi cincuenta escuelas de tiempo completo en todo el país, no menos de quince liceos y a la vez reparar muchos edificios de Secundaria en problemas, derogar algún impuesto que se aplica a productores, volcar más recursos para la Policía, construir viviendas de interés social, entre otras posibilidades, sin mencionar apoyo de diversas formas a sectores de la población menos favorecidos.
El punto es que estas cosas se dan porque el centralismo sigue tan vigente como siempre, con el gobierno que sea, porque cuando se mira y se gobierna el país en base al microclima y grupos de presión que actúan solo en función de sus prioridades, el interés nacional es siempre dejado de lado y encima, el Interior, creador de la riqueza, es invariablemente el gran postergado y hace las veces del pato de la boda.
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