Paysandú, Domingo 07 de Octubre de 2012
Opinion | 06 Oct Desde la próxima madrugada, más precisamente a las dos, los uruguayos deberemos adelantar una hora los relojes, cumpliendo con un decreto aprobado durante el gobierno del Dr. Tabaré Vázquez, con el argumento de que por esta vía lograremos un ahorro energético, que en el mejor de los casos y de acuerdo a la versión oficial –parte interesada en el análisis, por supuesto—es un equivalente al 0,4% de los costos de generación que tiene el ente energético.
No hace falta ser un experto para evaluar que desde el punto de vista del ahorro energético y económico, la cuestionada medida no representa ningún valor más o menos significativo y el sacrificio que se impone al Interior no ha tenido ningún rédito para el país, como se argumentaba.
Estamos hablando de cifras mínimas respecto al total, que nadie sabe muy bien cómo se evalúan y que podríamos situar también en el margen de error posible de las mediciones. Esta diferencia podría darse incluso sin adelanto de la hora, por lo que no es aventurado señalar que nada cambia en este plano con o sin cambio del huso horario, que sin embargo es tan apreciado por la burocracia montevideana.
También el mentado argumento de favorecer al turismo, por entender que extender las horas de sol da más tiempo al visitante para estar en la playa, es en realidad de aplicación solo para los montevideanos, que en su gran mayoría hacen horario corrido y pueden estar prácticamente toda la tarde hasta la “noche” a pleno sol sin mayores preocupaciones. Sin embargo, el sector de gastronomía de Punta del Este cuestiona el adelanto de la hora porque pierde clientes debido a esta medida, y el año pasado un informe de la Cámara Uruguaya de Turismo estimaba en casi once millones de dólares las pérdidas de facturación del sector gastronómico al perderse un turno de atención por el adelanto de la hora, teniendo en cuenta que habitualmente los restaurantes esteños tienen dos turnos por noche y a veces tres.
El habitante del Interior y el hombre de campo resultan también perjudicados, como todos sabemos, y muchas veces opta por ni siquiera cambiar la hora, aunque en el momento de efectuar trámites en la ciudad no hay más remedio que ajustarse al huso horario promovido por quienes están cómodamente sentados detrás de un escritorio y se guían por el supuesto de que todo da lo mismo, como si fueran lo mismo las temperaturas benignas de las orillas del Río de la Plata y el océano Atlántico que el tórrido sol de Paysandú, Salto, Artigas, así como las noches interminables de treinta y cuarenta grados hasta el amanecer, sin que puedan pegar los ojos quienes igualmente deben estar en pie temprano para cumplir con sus obligaciones laborales.
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