Paysandú, Martes 09 de Octubre de 2012
Opinion | 05 Oct Los resultados de las elecciones presidenciales venezolanas del próximo domingo repercutirán no sólo en ese país, sino en toda la región en la que Hugo Chávez encabeza y financia una alianza continental, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), basada en los postulados ideológicos del llamado “socialismo del siglo XXI”, y para el Mercosur, donde Venezuela quiere afirmarse también como líder incuestionable.
Por sus características, más que una elección presidencial estamos ante un plebiscito donde lo que está en juego es la continuidad de Chávez y su régimen. En caso de que perdiera, el régimen colapsaría, aunque no necesariamente el chavismo como movimiento. Si en cambio ganara, el chavismo habría vencido por cuarta ocasión sucesiva en una elección presidencial y se colocaría en la senda para gobernar el país, ininterrumpidamente, durante 20 años.
Por vez primera la oposición se ha unido en la amplia coalición, la Mesa de Unidad Democrática (MUD), con un candidato único. Henrique Capriles es joven, energético y libre de vínculos con la vieja partidocracia. Se ubica ideológicamente en el centro izquierda y tiene una exitosa carrera como gobernador. En campaña, ha recorrido todo el país con su estrategia de puerta a puerta, derrochando vitalidad frente a un Chávez físicamente debilitado y en pleno proceso de recuperación del cáncer.
La situación no será sencilla para ninguno de los dos. Si Chávez triunfa, deberá hacer frente a medidas de ajuste que son impostergables, dada la espiral inflacionaria en que se encuentra el país. En lo social, la inseguridad sigue siendo un grave problema, desde que es el quinto país del mundo con mayor nivel de homicidios y el octavo en materia de secuestros.
Si ganara Capriles le será muy difícil gobernar, especialmente los primeros años, debido a la alta concentración del poder en manos del chavismo. Deberá enfrentar a un legislativo con mayoría chavista y, dependiendo de las elecciones del año que viene, eventualmente el control de un número importante de gobernaciones y de alcaldías. Conviviría, además, con un Tribunal Supremo de Justicia controlado por el chavismo al igual que los otros poderes del Estado.
El favorito es Chávez, por diez puntos. Pero hay un 11,6% de indecisos que se han venido volcando mayoritariamente (en un 83,6%) en favor de Capriles. Así las cosas, más que una elección presidencial, la del domingo será un plebiscito entre una Venezuela y otra.
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