Paysandú, Jueves 11 de Octubre de 2012
Opinion | 08 Oct Nuestros vecinos tanto como hermanos, pese a algunas lógicas discrepancias que se dan en toda “familia”, no la están pasando bien, más allá de lo que quieren sostener como sea los medios de prensa oficialistas. A Cristina Fernández, muy lejos ya de la aprobación mayoritaria de sus compatriotas que reflejaban las encuestas de hace un año, los tiempos se le han puesto difíciles.
Además de en los sondeos, los argentinos han comenzado a expresar en la calle su protesta contra las políticas y su manera de ejecutarlas por una presidenta progresivamente encerrada en una representación de la realidad bastante imperfecta. Ve por los ojos de un grupo de dirigentes jóvenes en torno a su hijo Máximo y hostil tanto hacia cualquier discrepancia política como a todo periodismo que no sea servilmente laudatorio.
Los argentinos que han sacado sus cacerolas a la calle, una heterogénea clase media muy distante de la “élite anti patriótica” que pretende la propaganda oficial, lo han hecho no solo por el costo de vida o los asfixiantes controles monetarios; también por la inseguridad urbana, la inoperancia de los servicios públicos, el creciente sectarismo del poder (la utilización sin pudor de los mecanismos del Estado para perseguir a la oposición, ejemplarizada en el grupo mediático Clarín), o la mentira --sobre todo económica, pero no únicamente-- transformada en un arma de gobierno. Es imposible hacer creer a todo un país que la inflación anual es del 10% cuando la cuenta del supermercado apunta implacablemente hacia el 25%.
La encrucijada está cerca, en las legislativas del año que viene, cuando Fernández deberá hacer muchos cambios para poder obtener el apoyo de sus conciudadanos, esencial para mantener el control de las cámaras, que hoy le permiten gobernar a piacere.
Y su pretensión de ganar, aunque ella no lo ha dicho públicamente, es la de ganar para poder reformar la Constitución, que le permitiría en 2015 un tercer mandato. Precisamente la oposición a esa posible re reelección es uno de los claros mensajes de las protestas populares.
La presidenta argentina no ha sacado a relucir públicamente esta posibilidad, para la que necesitaría una hoy improbable mayoría de dos tercios en ambas cámaras, pero sí sus aliados políticos. Una posibilidad que abonan su gusto por el poder y su indulgencia manifiesta hacia otros líderes populistas regionales que se han atribuido la condición de redentores de sus pueblos y se apuntan a la reelección indefinida, se trate de Hugo Chávez, Rafael Correa o Evo Morales.
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