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Paysandú, Viernes 12 de Octubre de 2012

Menos hambre

Opinion | 10 Oct Siempre es bueno cuando surgen buenas noticias en torno al hambre en el mundo. El número de personas que padecen hambre se ha reducido en veinte años de mil millones a unos 870 millones, de acuerdo a la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Pero obviamente, la cifra es aún inaceptable y el impulso para acabar con ese flagelo que afecta a un habitante de la Tierra de cada ocho se está frenando.
En el período 2010-2012, 868 millones de personas sufría “subnutrición crónica”, frente a mil millones en 1990-1992, precisa el informe sobre “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo”, de la FAO.
La geografía del hambre se concentra en tres regiones, que suman 705 millones de afectados: el sudeste asiático (304 millones), el África subsahariana (234 millones) y Asia oriental (167 millones).
El informe trae sin dudas buenas noticias. Hubo avances en la lucha contra el hambre, pero el número de personas desnutridas sigue siendo muy elevado. El planeta dispone de alimentos en cantidad suficiente para alimentar a todo el mundo, y en base a ello la FAO pretende reducir a la mitad el número de personas con hambre hacia el año 2015, uno de los Objetivos del Milenio de la ONU.
Parece, no obstante, poco probable alcanzar esa meta en apenas un par de años, en la medida que el hambre no se combate solamente con una bolsa de alimentos, sino que es un flagelo que exige cambios sustanciales en todas las áreas donde es principal problema.
Es que aunque en todas las regiones en desarrollo, en la última década, la ONU destaca un crecimiento del ingreso per cápita, eso solo no determina una reducción de la hambruna. Para salir del hambre, el crecimiento debe implicar y extenderse a los pobres mediante el aumento del empleo y otras oportunidades de generación de ingreso y verse respaldado por medidas públicas para financiar la educación, el desarrollo de las capacidades y una amplia variedad de programas públicos de nutrición y salud.
Además, la lucha contra el hambre supone mejorar la calidad de la alimentación, esto es, la diversidad de la dieta, la variedad, el contenido de nutrientes y la inocuidad de los alimentos, subraya. Otra clave pasa por el aumento de la productividad de los pequeños agricultores en los países en desarrollo y por su integración a los mercados.
La hambruna se combate dándole todas las herramientas disponibles en la sociedad desde su nacimiento, para que al llegar a la etapa adulta pueda generar alimento primero y saborearlo luego.


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