Paysandú, Sábado 13 de Octubre de 2012
Opinion | 06 Oct Recientemente, tras varios premios que fueron obtenidos en diversos concursos internacionales, Uruguay accedió al denominado “top ten” de países productores de aceite de oliva extravirgen, tomando en cuenta la calidad, lo que habla muy bien de la seriedad y posibilidades con que se ha encarado este cultivo en el país.
Es que los aceites uruguayos fueron premiados este año en Terra Oliva, feria especializada que se desarrolla en Israel, así como en la Olivinus, en Argentina, donde una firma uruguaya obtuvo el premio al “Mejor aceite del concurso” y otra fue galardonada con el “Mejor serie de aceites”.
Esta apuesta a la calidad marca el rumbo de esta explotación en el Uruguay, por cierto, y recientemente, en la Expo Prado fue lanzado el Sello de Calidad Premium para aceites de oliva extravirgen uruguayos. Es de destacar que en el país se producen veinte marcas de aceite de este tipo y que más de la mitad está en condiciones de poseer el sello de calidad premium, con las consecuentes ventajas a la hora de acceder al mercado interno y externo, al garantizarse al consumidor que se obtiene un producto de calidad óptima y una consecuente ventaja en la cotización de su precio.
Pese a que el cultivo del olivo se conoce desde hace siglos, y que en el Uruguay ha habido experiencias en esta materia sobre todo a partir de inmigrantes italianos y españoles, la extensión de los cultivos y la producción de aceite de oliva nunca fue significativa, aún cuando es notorio que hay suelos y clima muy aptos para encarar esta producción, que por supuesto en nuestro medio requiere de una apuesta a la calidad por sobre la cantidad.
Por lo tanto, teniendo en cuenta igualmente estas experiencias muy parciales, el sector olivícola es uno de los más nuevos en el denominado Uruguay Productivo, aunque tiene desde hace unos años una superficie en plena expansión y una producción destinada en un 95 por ciento a la elaboración de aceite y solo un cinco por ciento para aceitunas de mesa.
En la última década la quietud de tantos años ha dado paso a un crecimiento muy auspicioso y en pocos años se ha ido generando un sector exportador agroindustrial con un producto de alto valor, que este año multiplicó por cuatro la producción de aceite en relación a 2011 como consecuencia de un mayor rendimiento de las producciones, al haber ingresado en edad de producción varios cultivos nuevos.
Actualmente se estima que en Uruguay hay unas ocho mil hectáreas de olivares, las cuales se distribuyen en tres áreas: Maldonado, Rocha, Treinta y Tres y Lavalleja; Colonia y en el litoral Paysandú , Río Negro y Salto.
El 87% del área corresponde a plantaciones nuevas y se estima que sin considerar el valor de la tierra, el costo de plantación de una hectárea de olivares se encuentra en el entorno de los U$S 3.500. Los métodos de cultivo utilizados en Uruguay son el de regadío (con riego automatizado) y el de secano (sin riego automatizado). En nuestro país el cultivo se realiza mayoritariamente sin riego (90%) y la variedad más plantada es la Arbequina.
El Uruguay tiene ventajas comparativas para esta explotación, al encontrarse en una latitud semejante a la de la cuenca del Mediterráneo, principal zona de producción de olivos a nivel mundial. También posee una buena cantidad de suelos arenosos, pedregosos, con buen drenaje, que son de baja productividad para la ganadería y no aptos para la agricultura, pero indicados para el cultivo de olivo. Además, los costos de la tierra y de la manutención son relativamente bajos comparados con los valores internacionales en aéreas de producción con condiciones similares.
En Paysandú el olivo se planta desde lejanas épocas, pero sin llegar nunca a superficies muy significativas, aunque recientemente se han concretado inversiones en la zona de Quebracho-Lorenzo Geyres que denotan interés de volcar capitales de riesgo a este tipo de emprendimientos no tradicionales, y la siguiente etapa en nuestro departamento apunta a la incorporación de almazaras para el prensado y obtención del aceite, que debe hacerse en el mismo lugar de producción para obtener un producto de la mejor calidad posible.
Sin dudas que existe un enorme potencial para la implantación de olivos y producción de aceite de oliva en nuestro país, que responde a la vez a atender un mercado demandante de productos amigables para la salud, en este caso de reconocida excelencia para prevención de enfermedades cardiovasculares y neurológicas, y por ende en condiciones de ofrecer buena rentabilidad sobre todo cuando los productores están en condiciones de asociarse para aprovechar infraestructura y reducir costos, lo que debería ser un buen incentivo para lograr un crecimiento acelerado en los próximos años.
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