Paysandú, Sábado 13 de Octubre de 2012
Opinion | 10 Oct Una de las aristas incuestionables que presenta la Argentina, sin lugar a dudas, es la imprevisibilidad, que no por conocida deja igualmente de sorprender a propios y extraños, en ancas de decisiones políticas que muchas veces pretenden disimular la realidad con medidas a contramano de todo sentido común, y que por ahora sólo se mantienen debido a las grandes riquezas naturales del país hermano.
El alza de los commodities en los últimos años, ha sido el salvatore de las políticas incongruentes y voluntaristas que se han llevado adelante en la otra orilla, maximizadas con el gobierno de los Kirchner, sobre todo porque lejos de apuntar a sincerar la economía, de forma de hacerla viable, se ha preferido seguir apostando a mantener el esquema irracional que la sostiene, en base a subsidios y disfrazar costos.
Una pauta de este escenario al que nos hemos referido en más de una oportunidad lo da el economista Eduardo Fracchia, quien visitara Paysandú el pasado fin de semana y ofreciera una exposición a empresarios locales en la sede del Club Queguay, instancia en la que a la vez de delinear la situación que se presenta en el escenario internacional, también incursionó en las perspectivas de los países de la región, incluidos Uruguay y Argentina, ante la evolución de los mercados mundiales.
En diálogo con EL TELEGRAFO, el docente, consultado específicamente sobre la situación en Argentina, reflexionó que “Se ha deteriorado mucho en lo económico y por ahora nos venimos salvando porque la soja ayuda, pero cada vez se van profundizando más los desequilibrios, la inflación está instalada y lo que más me preocupa es que el gobierno tiene muy poca capacidad de autocrítica para aceptar las cosas certeras que le ofrece la oposición y le señalan otros actores”.
También hizo alusión a los subsidios internos que sostienen la economía del vecino país, y recordó que “la masa de subsidios comenzó tímidamente, y hoy está en los 80.000 millones de pesos argentinos, es decir unos 15.000 millones de dólares, que es una cantidad enorme y una distorsión para el sistema productivo”.
Esta evaluación del economista es plenamente compartible, aunque no es nueva. La Administración Kirchner sabe que debe hacer algo, pero no se anima por temor a perder apoyo popular, por lo que ha preferido seguir adelante con la mentira de la economía “estabilizada”, y encima con el default declarado que la dejado sin financiación internacional. Por lo tanto ha debido apelar a cerrar su economía a las importaciones, tanto para adentro como hacia fuera de la región, estableciendo un “corralito” de dólares para evitar la fuga de divisas y buscar superávit en la balanza comercial.
Pero la mentira no puede durar siempre, porque en este esquema prendido con alfileres en el que se está subsidiando internamente por 15.000 millones al año, en que se saca de un lado para ponerlo en otro y viceversa, una pequeña alteración del supuesto equilibrio hace peligrar que todo el esquema se venga abajo.
No puede extrañar entonces que en el primer semestre de este año la economía Argentina se haya desacelerado fuertemente, sobre todo en el segundo trimestre, debido a una grave sequía y a la desaceleración en Brasil, pero principalmente por las crecientes distorsiones y la política intervencionista que aplica el gobierno de Cristina Fernández, según sostiene el informe de la consultora Standard and Poor’s, la que vaticina que Argentina se encamina hacia una “estanflación” (combinación de inflación alta con estancamiento de la actividad económica).
Esta es de las peores combinaciones posibles, que a la vez se conjuga con una pérdida de confianza de los consumidores y empresas en medio del deterioro de las políticas nacionales, empezando por las cifras que proporciona el gobierno, si se tiene en cuenta que mientras las estadísticas oficiales dan cuenta de una inflación del diez por ciento anual, los consultores privados sostienen que este guarismo en la realidad no es menor al 25 por ciento y se prevé que alcance al 29 el próximo año.
Igualmente el gobierno todavía tiene espacios para seguir practicando la “calesita” apelando a medidas proteccionistas desesperadas como la restricción a las importaciones y la percepción de más ingresos por los fuertes impuestos a las exportaciones agrícolas al amparo del elevado precio de los commodities.
Pero el margen de maniobra se va estrechando en cuanto a financiar la fiesta con recursos genuinos, y en año electoral, ante las elecciones legislativas, se espera un incremento del gasto público para captar votantes mediante el uso de una parte de las reservas del Banco Central, es decir más de lo mismo, para seguir en el poder y ver qué pasa, lo que hace que el pronóstico sea cada vez más comprometido.
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