Paysandú, Martes 16 de Octubre de 2012
Opinion | 16 Oct Los avatares de siempre en el Mercosur desde el punto de vista comercial, que han distorsionado abiertamente la relación entre los integrantes del acuerdo y hasta con las naciones asociadas, han dado paso más recientemente a los acuerdos de gobiernos por afinidades ideológicas, que han convertido al bloque regional en lo que ha sido calificado como un “club de amigos”.
Es que el respeto al ordenamiento institucional –que siempre dejó que desear—ha dado lugar a que se priorice el aspecto político, como señaló el presidente José Mujica para pretender “justificar” la suspensión de Paraguay como socio y la incorporación de Venezuela al bloque, violando lisa y llanamente las normas que regulan el acuerdo regional. Para el secretario de la Unión de Exportadores del Uruguay, Enrique Elena, la base jurídica del Tratado de Asunción, el Protocolo de Ouro Preto y el resto de la normativa del Mercosur “parece haber sido sustituida por otros criterios” y subrayó que “esta situación genera incertezas institucionales, políticas y comerciales a develar. De cómo se vayan develando y cumpliendo con lo inicialmente acordado dependerá en gran medida la respuesta”.
Para el empresario del sector exportador, en el relacionamiento externo el bloque debería funcionar como una plataforma “para llegar a otros mercados”, y lamentó que al fin de cuentas el Mercosur se haya limitado a firmar acuerdos parciales con Chile, Bolivia, Colombia, Ecuador, Venezuela, Perú, Cuba, India, Israel, Egipto y Palestina.
En este contexto señaló que no se han concretado acuerdos con mercados relevantes, como la Unión Europea, que es el “principal socio comercial en negociación desde 1995 y estancado desde 2004, aunque relanzado en 2010, por la posición de Argentina y Brasil”.
El dirigente de la entidad empresarial ha aludido a un punto clave en cuanto a las políticas del bloque dominado por los dos “grandes” socios, y a los que nos hemos referido en más de una oportunidad. Ocurre que este año el Mercosur y la Unión Europea (UE) anunciaron que retomaban sus negociaciones en procura de alcanzar un acuerdo de asociación política y comercial, apuntando a superar los obstáculos que se generaron en el proceso de negociación interrumpido por ponencias extremistas en ambos bloques que llevaron al fracaso de los intentos que se habían generado, en principio con buenas perspectivas.
El diálogo entre la UE y Mercosur --que busca crear la mayor área de libre comercio del mundo-- se inició en 1999, pero las conversaciones se congelaron en 2004 y recién se retomaron en mayo de 2010, con escasos avances hasta el momento, a fuer de sinceros.
Aunque los acuerdos a negociar incluyen un capítulo de diálogo político y otro de cooperación, indudablemente el central es el referido al comercio bilateral entre los bloques, que es un aspecto en el que en su momento se habían centrado fundadas expectativas de países como Uruguay, que tiene mucho para ganar con una apertura significativa de ese mercado, pero cuya postura aperturista ha tropezado con objetivos muy diferentes en el caso de Brasil.
Este país, además de su proyección comercial ha buscado fundamentalmente favorecer su posición como país emergente desde el punto de vista político y económico en el contexto internacional, a despecho de los intereses de los demás integrantes del acuerdo regional.
Ello explica que la negociación enfrente situaciones conflictivas en materia de comercio de bienes agrícolas, servicios, inversiones, compras gubernamentales, indicaciones geográficas y disciplinas, en tanto Brasil desde el Mercosur ha apuntado sistemáticamente a potenciarse como el mayor proveedor posible de bienes manufacturados, como es el caso de maquinaria e insumos varios, sustituyendo las importaciones extrarregión de los demás socios del Mercosur.
Tenemos así que mientras el Mercosur aspira a ampliar su acceso al proteccionista mercado europeo de productos agrícolas, la UE quiere una mayor apertura para sus manufacturas y mejores condiciones de negocios para sus empresas de servicios con intereses en Sudamérica, lo que no es visto precisamente con buenos ojos por Brasil. Por cierto que para el Uruguay tiene mucho más significado el concretar un acuerdo favorable con la Unión Europea que el interés que puedan tener Argentina y Brasil, los que juegan sus propios partidos y a la vez tienen economías de gran tamaño y problemas internos que los han llevado por la ruta del proteccionismo, sobre todo en el caso de Buenos Aires.
La delegación uruguaya no debería seguirle ciegamente el juego a los dos grandes, como ha hecho ya lamentablemente al violar groseramente el acuerdo para sancionar a Paraguay y dar entrada a Venezuela, y sí negociar para establecer claramente sus intereses y hasta dónde es posible llevar un frente común sin a la vez afectar sus posibilidades de exportar y ampliar el intercambio comercial con países de fuera de la región, con vistas a diversificar su comercio exterior.
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