Paysandú, Jueves 18 de Octubre de 2012
Opinion | 13 Oct Hacia el 2050 la población mayor de 65 años será un tercio del total en el Uruguay, de acuerdo a la tendencia demográfica del país, según surge de los datos aportados por la Comisión Sectorial de Población de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) “Uruguay: visión y escenarios demográficos al 2050”.
Este informe evalúa que para ese entonces “se acentuará el envejecimiento de la estructura por edades, como consecuencia de una esperanza de vida al nacer cercana a los 80 años, con una marcada diferencia entre hombres (75,4 años) y mujeres (82 años). Hacia el 2050 la población de 60 y más años casi alcanzará el millón de personas”.
Uruguay plantea desde el punto de vista demográfico y socioeconómico parámetros contradictorios, desde que mientras por un lado presenta una pirámide etaria envejecida, similar a la de Japón y países europeos, por otro lado cuenta con una economía de país subdesarrollado, con recursos muy limitados y con los que deberá atender un esquema de seguridad social con una demanda creciente que debe ser solventado por los sectores activos.
Este escenario no es igual al del resto de América Latina, donde se conjugan subdesarrollo con poblaciones de alto porcentaje de jóvenes y por lo tanto con una problemática que difiere de la realidad de Uruguay.
Al respecto, el informe de la Comisión Sectorial de la OPP indica que “los países de América Latina han registrado profundas transformaciones demográficas, cuyas expresiones distintivas son la disminución del crecimiento de la población (1,3 en el quinquenio 2005-2010) y el envejecimiento de las estructuras de edad”, pero sin llegar a los parámetros que ya se están dando en el Uruguay.
Esta evolución responde a la acelerada baja de la fecundidad precedida por una reducción sostenida de la tasa de mortalidad, aspectos estos que son notorios en el extremo del Cono Sur, fundamentalmente en Uruguay y Argentina, pero que tiene un esquema distinto a medida que se avanza hacia el norte, como es el caso de los países de América Central, donde los porcentajes de jóvenes y personas de mediana edad es sustancialmente mayor.
En este contexto, los resultados del censo poblacional y de vivienda indican que el Uruguay tiene unos pocos habitantes más que en el censo anterior, de 2004, y que si algo explica este modestísimo crecimiento, es que se ha cortado la emigración hacia los países desarrollados, y no mucho más que eso.
El informe de análisis del censo sostiene que el crecimiento vegetativo de la población (nacimientos menos defunciones) entre 2004 y 2011 resultó ser inferior al estimado. Por ende, las explicaciones del mayor crecimiento poblacional observado respecto a las proyecciones para el período “radica exclusivamente en la atenuación del flujo migratorio durante los últimos tres años”.
Los guarismos confirman la tendencia del país en los últimos años, muy similares a los de las naciones desarrolladas, incluyendo una mayor expectativa de vida, aunque sí con las limitaciones económicas y subdesarrollo que hacen que tengamos los problemas poblacionales del primer mundo conjugados con una economía del tercer mundo, pese a la coyuntura favorable que en los últimos años hace que la brecha no sea tan notoria, por lo menos en apariencia.
En realidad la cantidad de nacimientos en Uruguay volvió a caer en 2011, junto con el descenso de la tasa de fecundidad de las mujeres, lo que explica por ejemplo que en la pirámide de población se dé una disminución del porcentaje de niños menores de diez años, a la vez que crece la incidencia de la proporción de mayores de cincuenta años respecto a 2004, consecuencia de la mayor expectativa de vida.
Y más allá de celebrar el sustancial aumento en la expectativa de vida, que determina precisamente que para 2050 se prevea que habrá un tercio de la población mayor de 60 años, lo cierto es que no puede ignorarse a esta altura que las consecuencias de este escenario tienen profundas proyecciones de carácter social que se irán acentuando a medida que la tendencia se continúe manifestando de esta forma.
Estamos consecuentemente ante fuertes condicionantes, porque los grupos etarios que componen nuestra población confirman esta tendencia del envejecimiento poblacional y se nos presentarán en forma cada vez más acuciante los desafíos de generar respuestas, porque el tercio de personas en edad pasiva no solo presionará el sistema de seguridad social, sino también toda la estructura de servicios en áreas tan vitales como la salud y la vivienda, entre otros requerimientos.
Esto demandará a la vez recursos adicionales a los ya escasos con que contamos y en extremo condicionados por la rigidez del gasto público.
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