Paysandú, Martes 23 de Octubre de 2012
Opinion | 17 Oct Con el “novelón” del remate de los aviones de la ex Pluna todavía por dilucidarse, pero ya con la certeza de que ha existido un manejo absolutamente desprolijo y poco profesional del gobierno y sobre todo del equipo económico --que en el mejor de los casos ha mostrado una extrema “ingenuidad” en el sonado episodio, sin olvidar posibles irregularidades--, está pendiente todavía de solución la llamada “conectividad” aérea del país, que no es otra cosa que la “conexión”, como siempre se le ha conocido en nuestro idioma, pero que curiosamente refiere solo a Montevideo y no al Uruguay, como es la vieja práctica del centralismo.
Y es precisamente este aspecto el que debe ser evaluado a la luz de la forma en que ha sido considerado hasta ahora el tema, poniendo en sus reales términos los intereses del país, los que precisamente pasan por un eje distinto que el que han manejado algunos actores que han puesto hincapié en la reactivación, recomposición o reparación de la ex Pluna para mantener la “bandera nacional”, sus empleados y de paso seguir metiendo al Estado en negocios problemáticos cuando está de por medio nada menos que la deficiente gestión estatal.
Al Uruguay no le va ni le viene que exista Pluna como tal, porque en primer lugar menos del 0,5 por ciento de los uruguayos ha volado alguna vez en su vida, y la mentada conexión aérea del país puede lograrse perfectamente a través de una aerolínea nacional o de la bandera que sea. Por otra parte, la gran preocupación del Gobierno, aturdido por los ex funcionarios de Pluna –ahora “defensores de la soberanía” del país-- no está en los vuelos regionales que se pierden sino en el puente aéreo. Eso ha quedado claramente demostrado en la dura oposición sindical al falso monopolio que se estaría produciendo en los viajes entre las capitales del Plata si la empresa Buquebus se hace de las frecuencias que le corresponden a Uruguay. Entonces el problema es de Montevideo, no de Uruguay; la “conectividad” no está en juego mientras existan otras aerolíneas que en régimen de competencia lleguen hasta Carrasco, o que el servicio carretero ponga un límite razonable a los costos de los pasajes aéreos. Las demás líneas regionales existirán en la medida que sean rentables, y si no lo son, mantenerlas por fuerza de un capricho no hará más que repetir la historia del desastre de Pluna. La visión de este problema es tan montevideana que incluso no sorprendería que algún burócrata reflote el viejo tema del puente Colonia-Buenos Aires como una forma de reparar la “conectividad”, por supuesto, como si en eso nos fuera la vida del país. No es verdad que el empresario López Mena haya embaucado al gobierno; es el sindicato de la ex Pluna y el propio gobierno que nos ha embaucado a todos los uruguayos, haciéndonos creer que una “aerolínea de bandera” --por supuesto que con los trabajadores de Pluna al frente— es una cuestión de interés nacional. Aparentemente López Mena no ha hecho nada ilegal hasta el momento, más allá de buscar la forma de obtener las únicas líneas rentables de la aerolínea desaparecida, que hasta ahora se le habían negado para evitar la competencia, sin tener que cargar con el lastre que en cierta medida contribuyó a fundir a Pluna. Eso es claro, dado que ninguna otra empresa hasta el momento se ha interesado en hacerse cargo de los restos de Pluna, aún con el beneficio de quedarse con las supuestas líneas de alta rentabilidad.
Es decir que no hay de por medio ningún tema vital para el país ni nada que se le parezca, aunque sí puede serlo para los funcionarios involucrados y su fuente de trabajo. La confusión se retroalimenta cuando intencionalmente se menciona a los aviones rematados como patrimonio de la compañía ya desaparecida, cuando el único destino que posible –si se anulara el remate, como proponen algunos— es tapar en parte el último gran agujero económico que le hiciera Pluna al Uruguay, luego de décadas de pérdidas y errores. Mientras que respecto a las aeronaves restantes, es obvio que hay que devolverlas cuanto antes, puesto que son arrendadas por un sistema leasing que generan gastos aunque estén en tierra. Por lo tanto, no existen “los aviones que quedan”, ni “los propios de Pluna”.
La tan mentada conectividad está asegurada en la medida que haya pasaje. Nadie dejará de venir a nuestro país si realmente tiene interés o le sirve hacerlo, ya sea a través de otros aeropuertos, con escalas o por vía terrestre. Los sanduceros lo sabemos muy bien, porque lo comprobamos cada verano o fin de semana largo, en que los turistas hacen colas interminables al rayo del sol sofocante para pasar el puente y aún así, siguen llegando.
También sabemos que la “conectividad” pos sí sola no sirve de nada, cuando teniendo un puente a solo 10 kilómetros de nuestra ciudad los turistas siguen de largo hacia el destino que les interesa, sin siquiera entrar a Paysandú. Es decir que de nada sirve forzar las conexiones aéreas. Pluna no hacía nada extraordinario por Uruguay, y el espacio que deja lo llenará cualquiera si realmente sirve hacerlo.
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