Paysandú, Miércoles 24 de Octubre de 2012
Deportes | 17 Oct Dicen que siempre se puede estar peor. Y es cierto. Pero ayer Uruguay tuvo suerte. ¿Suerte una goleada en contra por 4 a 1? Sí: suerte.
A ver: haciendo un balance, los últimos cuatro partidos de Uruguay en las eliminatorias han sido para el olvido.
Primero Colombia lo cacheteó en Barranquilla y le ganó 4 a 0. Los celestes podían reponerse en casa ante Ecuador, pero apenas pudieron empatar 1 a 1. Unas semanas más tarde, todavía dolorido, el equipo de Oscar Tabárez aspiraba a afrontar con hidalguía una difícil doble fecha. Pero la comenzó mal, con una goleada en contra frente a Argentina, por 3 a 0. Y ayer era tiempo de intentar recuperar algo del terreno perdido ante Bolivia, que terminó aprovechando para noquear por 4 a 1 a los celestes.
Sí señor: un punto en cuatro partidos, 12 goles recibidos y tan solo dos anotados. Para sufrir.
Por eso Uruguay, dentro de este panorama oscuro, debe levantar los brazos al cielo agradeciendo el haber descendido apenas un lugar en la tabla de posiciones (del cuarto al quinto) porque, por suerte, todos jugaron para este equipo que es una sombra de lo que supo ser apenas hace un año.
Es decir que, más allá de todo, Uruguay sigue pensando en la clasificación al Mundial 2014. Y está a tiro. Complicado, pero a tiro.
Eso sí, hoy se parece más a una versión colectiva de la locura de Felix Baumgartner, ese loco lindo que se tiró al vacío desde 39.000 metros de altura. Pero habrá que ver si, al igual que el austríaco, este Uruguay logra abrir el paracaídas a tiempo.
Ahora, por lo pronto, va en esa caída libre vertiginosa; y no parece reaccionar. Está bien que La Paz no es el lugar ideal como para hacerlo, y puede decirse que una derrota, sobre todo para lo que siempre le ha costado a Uruguay jugar en el techo del mundo, era el resultado esperado. Pero Bolivia se pasó de la raya. Y lo hizo luciendo un equipo livianito, que pudo aprovechar esos casi 37.000 metros sobre el nivel del mar que tuvo como aliado. Es más, los locales casi no dieron lugar a reacción. Pegaron rápido con un cabezazo de Saucedo, solo en el segundo palo, mientras Arévalo Ríos veía cómo le había ganado la espalda. Y de tiro libre sellaron el segundo, mientras Uruguay no tenía más respuesta que las manos de Muslera y alguna corrida de Rodríguez por la izquierda, sin encontrar demasiada compañía.
Era demasiado castigo recibido en tan poco tiempo. Por eso Tabárez se jugó a los cambios rápidamente, para intentarle cambiarle la cara a un equipo que no encontraba el rumbo: sacó a Maxi Pereira y metió a Cavani, y Lodeiro entró por Gargano.
El sanducero colaboró en la marca e intentó soltarse, siendo el que mejor destino le dio al balón, y el que apostó al remate de media distancia, un recurso fundamental en la altura. Y Cavani se fue arriba, como soñando con cambiar la historia.
Pero rápidamente en el complemento llegó el tercero. Y también el cuarto, para sellar la historia. Porque si bien Uruguay pareció reaccionar y generó varias jugadas de gol, las despedició todas. Salvo un tiro libre de Suárez, que se desvió en la barrera y significó el descuento, mientras cada contragolpe local parecía letal, ante un equipo partido, jugado al todo o nada. Y fue nada.
La derrota, histórica por el resultado, no fue sorpresiva más allá del deseo del hincha. Porque este Uruguay ya no sorprende, no rinde, no marca igual y ya no explota de la misma manera cuando tiene la pelota.
Esta versión celeste no tiene individualidades que permitan soñar. Porque el nivel actual de los abanderados no es el de siempre. No es el momento de muchos.
Atrás no se brinda seguridad, en el medio cuesta una enormidad robar el balón pero sobre todo jugarlo con buen destino; y en ofensiva no se encuentra el rumbo, con un Forlán desconocido y un Suárez confundido.
Ayer, para colmo, la altura acrecentó esa falta de criterio para mover la pelota. Se hizo más notorio. Y si bien jugando mal hasta pudo crear problemas a un equipo que no es nada de otro mundo, Uruguay se fue desgastando.
Erró el procedimiento, como desconociendo que para hacerle frente a la altura tiene que correr la pelota y no el jugador, y que el balón es más rápido por esas cosas de la física, imposibles de cambiar.
Ayer Uruguay se tiró desde casi 3.700 metros, y va en caída libre. Está complicado, pero todavía tiene tiempo para abrir el paracaídas. Y ahí está la cuestión: ¿lo encontrará? STB
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