Paysandú, Jueves 25 de Octubre de 2012
Opinion | 22 Oct El recrudecimiento de la inflación en los últimos meses, sobre todo desde mediados de año, que el Poder Ejecutivo pretende atenuar mediante la convocatoria a grandes supermercados e industriales a congelar precios hasta fin de año, incluyendo las fiestas tradicionales, pone un nuevo toque de atención respecto a la pertinencia o no de políticas económicas llevadas adelante en los dos últimos gobiernos que han tenido un neto carácter procíclico, es decir aumento del gasto en la medida en que ha subido la recaudación, apuntando a atender problemáticas sociales, como han señalado voceros del gobierno.
Como hemos dicho en más de una oportunidad desde esta página editorial, es de sentido común que más allá de exigencias puntuales, es deber de todo gobierno apuntar a la sustentabilidad de las políticas para hacer durables los beneficios de escenarios coyunturalmente favorables. Para ello es preciso instrumentar políticas contracíclicas, es decir no volcar toda la recaudación adicional para subir el gasto público, sino dejar un margen prudencial para contar con fondos que permitan atenuar los efectos negativos de cuando se ingresa al proceso de reversión, es decir en un escenario internacional no tan favorable o adverso, como ha ocurrido en numerosas oportunidades.
Por supuesto, todos queremos que le vaya bien al país y que la bonanza dure para siempre, pero estamos ante una realidad que suele hacer pedazos de un momento a otro hasta las expectativas mejor fundadas, y lo peor que se puede hacer es seguir gastando a lo nuevo rico, como si lo bueno fuera a durar para siempre. De esta forma lo único que ganaremos será problemas y acentuar vulnerabilidades de las que nos hubiéramos podido poner más o menos a cubierto con apenas un poco de sentido común y prudencia. En esta línea, la Cámara Nacional de Comercio y Servicios (CNCS) dio a conocer un documento que es crítico del gobierno por entender que no ha implementado “las políticas adecuadas a nivel interno” para “aumentar la competitividad” y fortalecer la economía de forma tal que “sea capaz de enfrentarse de forma exitosa a las nuevas realidades que se avecinan”.
Para los empresarios nucleados en esta gremial, en su informe de coyuntura de octubre, debido al escenario externo “se enfrentan niveles de incertidumbre cada vez mayores” con “una demanda internacional que tiende a la baja y un rebrote de nuevas medidas proteccionistas” que complica a Uruguay, por lo que según la cámara “es muy posible que el país enfrente en los próximos tiempos niveles de inflación elevados, superando las bandas propuestas por las autoridades monetarias” y que ello llegue “junto con una persistente pérdida de competitividad de la economía, fruto de una presión fiscal que no se reduce”, así como la caída del precio del dólar e incremento de costos salariales por encima de los fundamentos”.
Ello “reafirma la necesidad de la construcción de un fondo fiscal anticíclico, que disminuya las oscilaciones bruscas del consumo que suelen darse en momentos de baja actividad económica”, por cuanto en “época de bonanza” siempre “es importante ahorrar para momentos en que la situación no sea tan satisfactoria”, señala, para agregar que la “idea se refuerza si se observa la gran dependencia de la economía uruguaya de los precios de los commodities”.
El punto es que ya se está advirtiendo una desaceleración de la economía --por factores externos e internos-- y se está percibiendo un enlentecimiento en la demanda del ciudadano común desde que, como es notorio, tanto en Paysandú como en otras ciudades del Interior e incluso en Montevideo, en la segunda mitad de cada mes el comercio tiende a paralizarse por falta de compradores, con mayor énfasis a medida que se acerca fin de mes.
Y más allá de que entre los factores que juegan en este escenario figura un endeudamiento muy importante de los hogares, no es menos cierto que el recrudecimiento de la inflación opera como un señal de alarma respecto al desfasaje entre el poder de compra y la cotización de la oferta por los altos costos de producción que tienen nuestras empresas, como consecuencia fundamentalmente de una alta presión fiscal, el elevado valor de los servicios y aumentos salariales significativamente por encima de la inflación.
Las respuestas a estas manifestaciones de problemas en nuestra economía, pese a que persiste la coyuntura favorable, están en manos del equipo económico, que perdió en su momento la oportunidad de contar con un margen fiscal apreciable para encarar políticas contracíclicas y se encuentra hoy con un margen de maniobra muy acotado entre la inflación, la caída de la competitividad y la desaceleración de la economía, por no haber hecho en su momento lo que había que hacer y así está hoy tratando de contener el IPC para ganar tiempo, a ver qué pasa.
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