Paysandú, Viernes 26 de Octubre de 2012
Opinion | 19 Oct En pleno Siglo XXI, para cuando los promotores del “socialismo real” preveían que la mayoría de los países estarían gobernados por regímenes socialistas o comunistas que llevarían adelante sistemas colectivizados de producción y de propiedad, han quedado solo Cuba y Corea del Norte como “paradigmas” de los sueños de Marx y Lenin y sus seguidores, y ello solo ha sido posible porque mantienen la conculcación de libertades a través de estados policíacos que imponen la “verdad” indiscutida del régimen.
Ya sobre fines de la década de 1980 habían caído en cascada los paradigmas de los regímenes socialistas y comunistas, como la ex Unión Soviética, la ex República Democrática Alemana, Polonia, Checoeslovaquia, Yugoeslavia, Rumania, Bulgaria, entre otras naciones del Este europeo que durante décadas operaron como satélites de la ex URSS y pretendieron difundir las falsas “bondades” del sistema.
Es historia conocida que la inviabilidad de estos sistemas precisamente los hizo implotar, por más que todavía haya quienes pretendan justificar que había que pagar el precio de la supresión de las libertades, la opresión y la miseria en aras de un mundo mejor supuestamente por venir que valía la pena, cuando hoy tenemos la prueba palpable de que tanto sacrificio, drama y dolor impuestos a los pueblos sojuzgados por grupos mesiánicos han sido tan injustos y despóticos como vanos y gratuitos, por decir lo menos.
Y el supuesto paradigma cubano, sostenido hasta fines del siglo pasado por la ayuda de la ex URSS, que ha pretendido ser un ejemplo y una cuña del socialismo real en el continente solo ha traído aparejada mayor pobreza para su sufrido pueblo, convirtiendo a la isla en una gran prisión de la que el ciudadano común únicamente se ha podido escapar por mar desafiando los tiburones para llegar a la costa de la Florida o contando con el salvoconducto del régimen, destinado a quienes integran embajadas deportivas, diplomáticas o de profesionales severamente seguidos de cerca por el régimen.
Pero desde la asunción de Raúl Castro se ha ingresado en un incipiente aggionarmiento del régimen a la realidad, aunque siga vigente la referencia de Fidel Castro a la “pluriporquería”, como cataloga a la democracia y la existencia de partidos políticos para que el ciudadano vote y se sienta representado en su pensamiento por quienes surjan del voto popular, inexistente en un régimen de partido único como el cubano.
La última manifestación de este cambio ha sido el anuncio de que a partir del próximo 14 de enero Cuba flexibilizará su política migratoria con la supresión del permiso previo de salida y otras restricciones vigentes desde hace décadas. Así lo hacen saber decretos publicados en el diario oficial Granma, firmados por Raúl Castro y otros altos funcionarios de gobierno, que establecen que se suprime el permiso de salida que las autoridades podían conceder o negar a los solicitantes, los que debían pagar la sideral cifra para el cubano medio de 150 dólares.
La medida también elimina la necesidad de una carta de invitación para viajar al extranjero, solicitada por parientes o amigos a un costo de doscientos dólares, y prolonga de 11 a 24 meses la autorización de estancia en el exterior de los ciudadanos cubanos, todo lo que representa un avance sustancial respecto a las restricciones que intentaban desalentar --y lo lograban-- la emigración de cubanos encerrados en la isla - prisión.
Pero no es oro todo lo que reluce, porque en la “letra chica” se mantienen vigentes una serie de requisitos y salvedades que tienden a dejar en el talante del funcionario o del régimen la decisión final sobre la salida, porque los mismos decretos establecen que no tendrán derecho a pasaporte presos, procesados por la Justicia –de los que hay muchos en la isla por razones políticas--, deudores del Estado y los que por razones de defensa y seguridad nacional las autoridades estimen que no deben ser acreedores de este documento.
Quiere decir que de todas formas, pese a la flexibilización, siempre queda a criterio del gobierno, bajo el amplio y subjetivo concepto de “razones de defensa y seguridad nacional” el autorizar o no la salida, por lo que quienes estén en la “lista negra” de opositores seguirán comprendidos por las restricciones y al fin de cuentas también cualquier ciudadano al que no se considere conveniente dejar salir, como profesionales o técnicos “vitales” bajo el argumento de evitar una eventual fuga de cerebros al extranjero.
Es decir que la “libertad” de salida o ingreso, como establece la Declaración Universal de Derechos Humanos, que practican los países democráticos, sigue conculcada en Cuba, y que las aperturas, con ser positivas teniendo en cuenta el contexto en que se ha desenvuelto la isla caribeña desde hace más de medio siglo, son todavía apenas un hilo de luz en medio de la negrura de la noche.
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