Paysandú, Sábado 27 de Octubre de 2012

Desempleo y recesión

Opinion | 27 Oct Los últimos datos provenientes de España indican que ya más de un cuarto de la población activa del país, más precisamente el 25,02%, se encuentra desempleado, uno de los parámetros indiscutibles que indican que el país continúa sumergido en la recesión y sometido a una dura austeridad, con un creciente malestar social como telón de fondo.
Las cifras oficiales señalan que a finales de setiembre, España tenía 5.778.100 desempleados, 85.000 más que el trimestre precedente, un aumento que se ha acelerado tras el fin de la temporada de verano, en tanto la tasa de desempleo a finales del segundo trimestre se elevaba a 24,63% de los activos.
Para reducir su enorme déficit público, España se ha embarcado en un ambicioso programa de austeridad que supone un recorte de 150.000 millones de euros entre 2012 y 2014, de ellos 39.000 millones en 2013, complicando el crecimiento y el empleo.
Las medidas anunciadas incluyen aumento de impuestos, entre ellos el IVA, recortes salariales entre los funcionarios, una reducción de las prestaciones al desempleo y reducciones presupuestarias en sectores como la sanidad y la educación.
Es decir, un cóctel muy explosivo, de dramáticas repercusiones sociales, que no se lo deseamos a ningún país, y del que hemos tenido lamentablemente grandes dosis en América Latina, en sucesivas crisis, la última de las cuales padecimos en 2002, en buena media como consecuencia de factores exógenos.
En España, más allá de la burbuja inmobiliaria que potenció hasta lo inimaginable la industria de la construcción, con obras faraónicas, el agravante definitorio fue el gastar por encima de las posibilidades, en base a endeudamiento público que no pudo ser absorbido, y sin posibilidades de repago, como factor detonante de la crisis que se prolonga hasta hoy.
Salvando las distancias, porque no es lo mismo una crisis en Europa que en América Latina en cuanto al deterioro de calidad de vida de la población, es evidente que hay enseñanzas que deben extraerse, y lo primero que debemos entender y asumir, para no caer en hacernos trampas al solitario, es que como en el hogar, apostar a que la bonanza seguirá eternamente y comprometer todos los ingresos para gastos fijos, tarde o temprano termina siendo un boomerang que al primer atisbo de inestabilidad hace desmoronar el castillo de naipes, sumiendo al pueblo a una crisis social mucho más profunda y a la vez difícil de superar.


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