Paysandú, Sábado 03 de Noviembre de 2012

Con valor agregado, nos iría mejor

Opinion | 29 Oct Los altos precios de las materias primas, que se saltearon la crisis financiera internacional de 2008, salvo la incertidumbre de unos pocos meses y la caída del petróleo que solo se recuperó a medias de los picos de hasta 150 dólares el barril a que había llegado previamente a la crisis, obran como un sostén de la bonanza que se sigue dando en países subdesarrollados con ventajas comparativas para producirlos, como el Uruguay.
Pero claro, no es fácil predecir con algún asidero qué nos depara el futuro inmediato, desde que en este mundo globalizado lo que a veces ocurre a miles de kilómetros termina impactando fuertemente en economías dependientes y vulnerables como la nuestra, por encima de coyunturas favorables como la que seguimos transitando.
A la vez, como tomador de precios internacionales, Uruguay debe estar muy pendiente del escenario internacional y de cómo puede generarse un efecto dominó desde mercados lejanos a los que ni siquiera llegamos con nuestros productos, por cuanto la interacción es muy dinámica y a la vez se arrastran expectativas que nos van a afectar de una u otra manera.
Los países desarrollados, importadores netos de materias primas, envueltos directa o tangencialmente en la incertidumbre, tienen entre sus objetivos el buscar alternativas para promover un descenso en los precios de las materias primas y la energía, para ir sobrellevando la situación.
El punto es que los europeos están muy interesados en manipular los mercados de los “commodities”, desde que podrían abaratar sus costos de producción, y por lo pronto ya han comenzado a reunir información adicional sobre reservas de alimentos, en un intento de generar expectativas por ley de oferta y demanda y consecuentemente actuar sobre los precios, a la vez de acelerar ayudas para determinados países en desarrollo cuando enfrenten circunstancias climáticas adversas y consecuentemente no se vea afectado el volumen de “commodities” en condiciones de volcar a los mercados.
En todos los casos, para países como Uruguay la alternativa es reducir dependencias, como por ejemplo buscar que el crecimiento sea acompañado por desarrollo, para no seguir apostando casi exclusivamente a las exportaciones de “commodities”.
El economista Jeffrey Sachs, de la Universidad de Harvard, quien dirige el Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas, al disertar recientemente en el ciclo “Políticas de Estado, el agro en los tiempos que vienen”, destacó la buena situación por la que atraviesa Uruguay y sus posibilidades de adaptarse al cambiante contexto internacional. Evaluó que la Unión Europea y Estados Unidos, tradicionales importadores de materias primas, pasan por cambios estructurales difíciles de resolver.
A esto se suman los problemas económicos por los que están atravesando y una globalización en la cual países emergentes cuentan con mejores oportunidades para hacer saltos tecnológicos, sumado que cuentan con una mano de obra más barata.
Y consideró que si bien Uruguay tiene condiciones muy favorables, como el hecho de ser un país pequeño, pero a la vez un relevante productor y exportador de alimentos, con un clima templado y un buen acceso al agua, presenta debilidades como el hecho de que básicamente no exporta materias primas con valor agregado, al tiempo que la inversión --con relación a otras naciones-- es baja en educación, investigación y tecnología.
Este es precisamente un aspecto en el que hemos hecho hincapié en más de una oportunidad, desde que la incorporación de valor agregado significa crear fuentes de trabajo e incorporar tecnología, con el consecuente mayor reciclaje de riqueza e incorporación de infraestructura de apoyo, con todo lo que ello significa como factor de desarrollo. Por supuesto, no se trata solo de una decisión que se pueda adoptar y aplicar de la noche a la mañana, sino que es preciso crear las condiciones para que esta evolución se de mediante estímulos, exenciones y generación de competitividad para acceder a los mercados con una buena ecuación precio-calidad, sobre todo a partir de productos agroindustriales para los que tenemos ventajas comparativas. Falta dar el salto de valor agregado, el que de una u otra forma hemos resignado hasta el presente.


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